Recuerdo aquellos primeros años, hace ya veinticinco, para ser más exactos, el Barrio Alto se vestía de gala, la loza de tarifa se teñía con el olor de los geranios y el verde de las pilistras, eran tiempos en que nadie hablaba de fachadas abandonadas, se paseaba y se disfrutaba con una copa de vino en la mano, y se miraba lo bello de la primavera, dejando a un lado los baches y las farolas fundidas.
Claro que había casas abandonadas, eso no es nuevo, y claro que había puertas sin pintar y cagadas de perro, muchas más que ahora, lo que había era menos parapollas y mas vida. Cuando llegaban estos días, las macetas se seguían regando con latas de tomates amarradas a un caña, y al llegar al patio, aún se podía oler la cal apagada y el fino de El Puerto.
Todo cambia, el centro se fue quedando vacío, los delantales se fueron apagando y las nuevas generaciones ya no eran de Mazuela o Lechería, Postigo cerró sus puertas, y las Cruces y el Ganado se quedaron sin pintar.
Los patios pasaron de los vecinos, al Free Tour, las pensiones de baño compartido pusieron un candado de claves, el olor a cal se convirtió en plástico antihumedad de colores pastel. Ya nadie riega las viejas macetas y el Barrio Alto dejó sitio a la Luna, el Vicario y a Lucía, los Hostales y el Mármol ocultaron las lozas de tarifa, y la Fiesta de los Patios se vistió de gala y opulencia. Cambian los tiempos, ya no hay casas de vecinos, ya no hay duros, sino euros, y a nadie ya le interesa el premio para pasar el mes.
Echo de menos aquellos tiempos, del que queda solamente, el eterno Hospitalito, quizás la última garra de aferrarse a un Barrio Alto donde nacieron los Patios. Nada es mejor ni peor, quizás solo diferente, buscamos zonas bonitas, y así el El Puerto, no se vende, necesitamos los patios, los de lozas de tarifa, los de las viejas macetas, aquellos de los geranios en las latas de tomate, los del cuidado diario, los vividos día a día, con telarañas y perros, con gatos en los pretiles y olores de potajes.
Necesitamos encanto, no viveros con orquídeas y estatuas en las esquinas. O mejor, necesitamos a todos, los de arriba y los de abajo, los de los viejos vecinos, los de hosteleros de lujo, los de mármol y tarifa, los de geranios y ficus… los de arriba y los de abajo, y por supuesto, los premios y las ayudas para quien los necesite porque no es de buena lid competir desde el vivero con quien riega día a día y se pone su mandil.