Este fin de semana  he disfrutado de un evento maravilloso. Soy curioso y observador, me paro a observar cada casa, y en cada paseo que doy por la ciudad, me fijo en cada detalle. Me gusta ver los partidos, tanto los de la parte antigua como los de las zonas más modernas. Pero en estos días, disfruto pudiendo entrar en ellos.

Comprendo que es bastante incomodo para quienes viven en estos patios tener que abrir las puertas de sus casas, permitir que cientos de curiosos entremos en esa zona privada, en su intimidad. Por ello me parece algo sumamente maravilloso.



No es la primera vez que acudo a este evento, pues en años anteriores coincidí, y pude visitar algunos. Viendo estas fiestas me reafirmo en mi pasión por el centro de la ciudad, lo malo es que cuando se visitan estos patios se siente el deseo de poder tener uno, sentarse en las tardes de primavera disfrutando el sol, sintiendo el frescor y relajarse. Creo que como reclamo turístico y como posible escaparte para vender la ciudad es algo maravilloso.

Coincidí con varias personas que, como yo, eran de localidades lejanas y que tras visitar los patios, pasearon por la ciudad, y no pocos se quedaron con la idea de buscar una segunda residencia en esta localidad. Creo que la Fiesta de los patios pone en valor las posibilidades de es esta ciudad, nos abre las puertas, y los ojos, a otra forma de vivir.

Yo soy urbanita, no me gusta vivir rodeado de césped, y, aunque me gusta la playa, paseo hasta ella, o me desplazo en coche si me apetece tomar el sol. Pero me gusta vivir en la ciudad, en los centros, para ser más exacto, y fiestas como esta, en donde puedo ver las posibilidades de una casa en el centro, me anima a comprar una y adaptarla a mi estilo de vida.

Veo que existe una asociación de personas para organizar esta fiesta, y escasa presencia municipal en el evento, y pienso que este tipo de iniciativas deberían tener mayor participación por parte de los ayuntamientos, creo que aún no se han dado cuenta de la importancia de la misma para revivir un centro que, por desgracia, aún tiene demasiadas zonas pendientes de vida.