Recientemente se ha publicado la noticia de que El Puerto de Santa María gozará de la categoría de Gran Ciudad. Desde mi punto de vista, es algo bonito. No sé qué beneficios, ventajas o gratificaciones tendrá la ciudad con ello. Supongo que nada que se materialice o nos beneficie a quienes vivimos aquí. Sin embargo, como ocurre con todo, hay quienes se alegran y quienes no, pero no sé por qué no se alegran.
Es curioso como todo es fuente de polémica dependiendo de las ideas, pero entiendo que esta ciudad está por encima de ideas o tendencias.
El Puerto de Santa María, según he podido leer en documentos antiguos, y en algunos libros, siempre fue el Gran Puerto de Santa María, por lo que la denominación de Gran Ciudad no es más que el reconocimiento a algo que ya existía.
Mi buen amigo el Bigotes ha prometido conseguirme un libro sobre la historia de la ciudad, escrito por un portuense, Don Hipólito Sancho. Siempre es bueno aprender de la historia del lugar en donde vives, y para mi dónde ya, no solo vivo, sino que, me implico y supongo que moriré, aunque la vida da muchas vueltas. Por ello la noticia, por encima de connotaciones políticas, partidistas y personales, me parece digno de celebrar.
Quizás esto vaya educándonos en la forma que tenemos al referirnos al lugar donde vivimos, pues a veces, somos nosotros mismos los que criticamos, buscamos los defectos, y en lugar de procurar corregirlos, los señalamos con arrogancia e incluso placer, dejando patente que vivimos en una ciudad despreciable y en la que preferiríamos no vivir.
Ahora sí podemos decir que vivimos en la Gran Ciudad de El Puerto de Santa María, con sus defectos, con sus ruinas, sus miserias, sus alegrías, sus bellos rincones, sus espacios naturales, sus servicios y sus carencias, pero, sobre todo, en nuestra ciudad, la que pisamos cada día, en la que vivimos y crecemos, y en la que algunos, algún día moriremos.
Quiero sentirme orgulloso, y lo hago, invito a mis amigos de otros lugares, y me lleno de orgullo al mostrarles mi pequeño y gran paraíso, ni siquiera evito aquellos lugares menos afortunados, no eludo pasar por calles con defectos, o por zonas con viejas casonas semiderruidas y abandonadas, porque una ciudad es como una persona, con sus virtudes, y sus defectos, pero amada por sus seres queridos.