A pesar de todo lo que está ocurriendo, y a pesar de la ejemplaridad de casi la totalidad de la ciudadanía, nos encontramos con que se hacen necesarios controles para evitar desplazamientos.
No son pocos los que incluso aprovechan para retornar a una ficción de normalidad desplazándose a sus segundas residencias, o bien simplemente toman las vacaciones acudiendo a algún alojamiento en la costa. Resulta de curioso, y sobre todo, nos pone en peligro a muchas personas, incluidas ellas mismas.
El egoísmo humano, en muchas ocasiones sobresale, y lo acontecido bien pudiera servirnos para demostrarlo. Muchos de los que aun optan por esos desplazamientos a otras residencias alegarán sus derechos, si bien, aun no se han dado cuenta que nuestros derechos, los de todos, están restringidos. Su actuación les pone en peligro a ellos, al resto de personas a donde acuden, y sobre todo, mantienen ocupado a un sector laboral que podría estar haciendo cosas más productivas que encargándose de vigilar a quienes no respetan las normas.
Sin embargo, no podemos centrarnos en quienes así actúan, porque el día a día nos deja imágenes de perros paseando a tres kilómetros de su casa, la dureza del confinamiento se debe imponer, y aun así, casi todos acudimos a guiñar el confinamiento por propia salud mental.
La libertad deambulatoria restringida es quizás la más dura de las condenas, sobre todo en una sociedad que durante un corto espacio de tiempo se ha visto abocada a renunciar a su propio estado del bienestar. Todo tiene un límite, y el esfuerzo que nos ha tocado realizar, no solo a nosotros, sino a parte del mundo, requiere cambios de hábitos que nos permitan retomar en breve el control de nuestras propias vidas.
Deberemos guiñar al confinamiento de forma responsable, ilusionados por el día que nos toque salir de permiso para hacer la compra, ilusionados si podemos trabajar, ilusionados si debemos acudir en ayuda de alguien, pero todo ello de la forma más responsable posible, siguiendo las instrucciones, y comprendiendo que quienes se encargan en la calle de hacer cumplir las normas, ni tienen ganas ni les es agradable.
No son carceleros, son como celadores sanitarios, y lo que menos les hace falta en estos momentos son listos o exacerbados que se alteren por haberlo hecho mal. Colaboremos con quienes nos cuidan, miremos al cielo y tengamos nuestro sábado al Sol.