Dicen que los gitanos no quieren para sus hijos buenos principios. No se sabe muy bien el porqué, pero el efímero buen estreno en la presidencia del señor Ignacio Vegas ha durado poco. De pronto, la esperanza se tornó en desazón.

Cuando parecía que por fin se sentaba en el palco alguien con criterio, capaz de poner orden en la verbena en que se ha convertido el coso portuense, el usía desempolvó la famosa frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios, y si no les gustan tengo otros”. Y se bajó los pantalones tras una sonora bronca por no conceder una infame segunda oreja a Manzanares en el primero de la tarde.

A partir de ahí, don Ignacio se plegó a las exigencias de un público bullanguero y maleducado, gritando a destiempo consignas más propias del teatro Falla que de un coso taurino. Y es que la plaza de toros de El Puerto se ha tornado en un gallinero en el que un buen número de zurupetos graznan de manera inoportuna, buscando su momento glorioso de carcajada general. Porque da la sensación de que poco importa lo que suceda en el ruedo.

La fiesta en El Puerto ha sido conquistada por una legión de analfabetos que se empeñan en convertir una plaza con historia y solera en un club de la comedia. Buena parte de culpa la tienen también los protagonistas del espectáculo, que no ponen remedio a esta situación. Hasta Pablo Aguado mandó parar la música en el sexto toro, motivado por los pitos del “respetable” hacia la intervención de la banda. Todo porque los músicos no atendieron las innumerables peticiones de pasodobles y algarabías. Y debe ser que el balance artístico es tan pobre, que para llegar a los tendidos hacen falta solos de trompeta como Nerva o La Concha Flamenca, algo a lo que nos ha acostumbrado Maestro Dueñas. Una verdadera pena.

Entrando en materia, la corrida de ayer ha sido una fotocopia del devenir de esta plaza: salida triunfal por la puerta grande de dos espadas que, en Madrid, no habría dado ni para una vuelta al ruedo.

Aunque Manzanares sumó una actuación completa, en ningún momento pisó terrenos comprometidos ante sus dos oponentes. Aprovechó las acometidas de su primer toro —noble pero con poca fuerza— y supo ligar tandas con el pico de la muleta. El viento molestaba y usar este recurso no está mal, pero no se debe abusar.



La estocada recibiendo y la muerte fulminante del toro hicieron vibrar a los tendidos, que pidieron con fuerza los máximos trofeos. El presidente solo concedió una oreja, con gran enfado del público y bronca al palco. A partir de ahí, los esfínteres presidenciales se descompensaron, brotaron las aguas mayores y se abrió la veda. En el cuarto, el torero alicantino se mostró porfión, robándole a su oponente varias series que calentaron el ambiente. Mató de estocada y el presidente no se lo pensó: orejita de El Puerto.

Roca Rey llegaba mermado a su primera cita del abono portuense. Un percance ayer en Huelva le obligó a actuar infiltrado. Quizá se notó en el ruedo, pero su repertorio se basa en un torero encimista, muy cerca de los pitones, que provoca el ¡uy! en el tendido con pases por la espalda, ligando con el de pecho y vuelta a empezar.

Del toreo al natural o en redondo, poco que contar: el público venía buscando esos recursos efectistas. Hubo división de opiniones y algunos pitos de quienes aún aprecian el toreo fundamental. No se le pueden restar méritos: Roca Rey capta al aficionado joven, aunque lo que ofrece sea más comida rápida que jamón de bellota. Ellos se lo pierden. Ellas también. Y Elles.

Y qué injusto es el azar: a Pablo Aguado, los aceros le privaron de la única puerta grande merecida. El sevillano va a lo suyo: interpretar el toreo de verdad, el de parar, templar y mandar. El clásico, el que no necesita música para levantar a los tendidos, poner de acuerdo a todos y hasta callar a los que vociferan.

Fue el único que toreó bien de capote, templó en la muleta, dio tandas al natural y en redondo, y nos regaló alardes y desplantes muy sevillanos. Pero no estuvo certero con la espada, enfrió el caldero y no pudo salir por la puerta principal, que de grande tiene poco.

Al salir de la plaza, y ante el desengaño causado por la labor presidencial, me vino a la memoria una estrofa de Los Ángeles Negros: “Soy un invitado de ocasión, y no pretendo figurar en tu programa, soy como lo fui siempre en tu vida, una noche de debut y despedida”.
Que así sea, señor Vegas.

 

FICHA DEL FESTEJO

Toros de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez. Desiguales de presentación, algunos justos, y de juego desigual. Tres cuartos de plaza.

MANZANARES: Estocada recibiendo, trasera y desprendida (oreja con fuerte petición de la segunda y bronca al palco); estocada (orejita de El Puerto)

ROCA REY: Estocada trasera y desprendida (oreja); media estocada (orejita de El Puerto)

PABLO AGUADO: Tres pinchazos y pinchazo hondo (ovación y saludos); pinchazo, estocada y descabello (oreja tras aviso)