En El Puerto hay políticos que han aprendido a hablar como ciudadanos, a vestirse como moderados y a fingir que no vienen de ningún sitio. Javier Botella es uno de ellos.
Lo malo para él es que le pierde el bocachanclismo —ese tono barriobajero que exhibe en redes— y su verdadero rostro acaba siempre quedando al descubierto tras la máscara. Además, tenemos memoria, hemeroteca, fotos… y una Caja de Pandora que lleva tiempo abierta de par en par.
Es curioso cómo el concejal y líder de Unión Portuense, Javier Botella, —hoy tan escandalizado por los orines y vómitos del “turismo de borrachera”— olvida que fue él mismo, como concejal de Levantemos (marca blanca de Podemos), quien fue denunciado por la Policía Local en 2016 por miccionar en la vía pública, concretamente frente al Asilo de Ancianos, junto al recinto ferial de Las Banderas. Así lo publicaron distintos medios locales y provinciales en su momento.

Cuando la coherencia aprieta, mejor bajarse la bragueta. / ChatGPT
Si se le pregunta —o le pierde de nuevo su habitual incontinencia verbal en redes— Botella lo negará sin rubor: dirá que no llegó a ser denunciado, solo “identificado”, como si eso cambiara algo el hecho de orinar o no en la vía pública. Lo cierto es que lleva años tratando de eliminar esa noticia de distintos medios, sin éxito.
Es, sin duda, una imagen incómoda, pero también reveladora: quien hoy se indigna ante el botellón, la suciedad, los vómitos y los orines… y aplaude cuando llaman "chusma" a esa juventud, fue el primero en hacer lo mismo que tanto critica. Y no hablamos solo de hipocresía: hablamos de un político que lleva años meándose sobre sus propios principios, mientras finge tener alguno. Esa es su “trayectoria”: cambiarse de chaqueta, subirse a la silla y señalar a los demás. Siempre buscando el foco, siempre reclamando atención. Como lo que es: un payaso de corbata.
El último numerito del circo
Este pasado lunes, tras el estrepitoso pinchazo de la protesta convocada por la extrema izquierda contra el “turismo de borrachera” (150 personas según Policía Nacional, y menos de un centenar según Diario de Cádiz, periódico de cabecera de la izquierda en El Puerto), Javier Botella, decidió disparar al mensajero por no estar de acuerdo con el recuento publicado. Y lo hizo con su estilo habitual: chulería, victimismo y una nueva dosis de falsedades.
“Ya sabéis, los de El Puerto Actualidad, los que llaman fascistas a los que se quejan del ruido y la basura...” —escribió en su cuenta política de Facebook, en referencia al artículo La chusma no son ellos: es el discurso, poniendo en duda el recuento oficial de asistentes aportado por la Policía Nacional. Miles, se imaginará él... aunque muchos debieron quedarse aparcando y no llegaron a tiempo para salir en la foto.
Una artículo, por cierto, que en ningún momento tildaba de fascista a nadie, sino que criticaba el clasismo elitista que empieza a parecerse peligrosamente a discursos de limpieza social que históricamente ha abanderado la extrema derecha. Lo curioso es que esa narrativa fue aplaudida por los mismos que ondean banderas de Palestina y se declaran abiertamente anticapitalistas. Cosas del verano portuense.

Coherencia a la carta, versión coleccionista: una máscara por cada trending topic. / ChatGPT
Cuando los datos no acompañan
El problema no es solo que Botella tergiverse los hechos: es que además lo hace mal. No es la primera vez que manipula con titulares, recortes de frases o incluso ataques personales a periodistas de este medio cuando los datos o la información no le favorecen. Esta vez, la excusa fue una cifra oficial que desmontaba el supuesto éxito de la manifestación: 150 personas. Ni 600. Ni 800. Y desde luego, no miles.
Por cierto, el PSOE tampoco apareció por allí. Se desmarcan del discurso apocalíptico de Botella y compañía. Están a favor de los chiringuitos de Puerto Sherry, y lo más que hicieron fue enviar unas horas antes una nota de prensa crítica con el turismo de botellón, sin apoyar la protesta. Si se hubieran pasado, tal vez habrían llegado a 200 asistentes… o hasta los 250, ¡quién sabe! Una locura. El Puerto tiene 90.000 habitantes censados, duplica o triplica su población en verano…

El foco es suyo, aunque el público se haya ido hace rato. / ChatGPT
Eso sí, Diario de Cádiz no habría dudado en titularlo —otra vez—: “El Puerto grita”. Aunque fuera en voz baja y con eco, y aunque el bautizo de mi sobrino Luis, en el bar de la esquina, moviera más portuenses que esa protesta. Y por mucho que gritamos, bailamos y cantamos, no fuimos “El Puerto”. Solo un reflejo del ruido que algunos se empeñan en confundir con respaldo social.
Por cierto: este jueves en el Pleno municipal, el portavoz del PSOE, Ángel González, tendrá sobre la mesa aceptar un sueldo municipal de 43.000 euros. ¿Ha sacado ya algún vídeo-denuncia Javier Botella sobre el nuevo sueldo de su colega de oposición? Coherencia selectiva.

Detrás de la máscara: ego, mentiras e hipocresía. / ChatGPT
El político del disfraz y la máscara permanente
Pero lo importante no es solo la pataleta, sino quién la firma. Javier Botella no es un ciudadano indignado más. Es político profesional desde 2015, cuando entró en el Ayuntamiento como concejal de Levantemos El Puerto, marca blanca de Podemos, hace ya más de una década.
Ese año, aunque el PP de Alfonso Candón fue la lista más votada, la izquierda radical pactó con el PSOE e IU para colocar como alcalde a David de la Encina. Y allí estaba Botella, como parte del tripartito.
Dimitió el 15 de octubre de 2018, alegando “desacuerdos” con su propio partido, con la intención de quedarse el acta y ser concejal no adscrito. Posteriormente, tras ceder, asimiló —más bien secuestró— un proyecto político honesto que recién comenzaba y buscaba padrino: Unión Portuense, un Frankenstein ideológico donde caben animalistas, cofrades, feministas radicales y taurinos. Todo cabe en su cartel, menos la coherencia. Y detrás del cartel, el único plan: disfrazar la izquierda radical para rascar votos en caladeros de la derecha.
Pero si algo define su carrera —que podemos repasarla a través del álbum de fotos— es precisamente eso: el disfraz. Literal. Ahí están las fotos: Botella vestido de cura con bufanda del Barça y la Medalla de la Ciudad en una boda civil en 2017. Botella con pancartas contra los parkings en 2013 que luego quiso reactivar con dinero público. Botella como apoderado de Unidas Podemos en las Elecciones Generales de 2016. Y ahora, trajeado y repeinado bajo el logo del Ayuntamiento, como si nada de lo anterior hubiera existido. Spoiler: existió. Y está todo documentado.
Javier Botella volverá a intentarlo en 2027. Lo hará como siempre: con un nuevo disfraz por bandera, un lema reciclado y el mismo guion de ataque. Pero por mucho que cambie de máscara, el personaje es el de siempre: un político de muy bajo nivel, sin credibilidad y sin los mínimos que exige esta ciudad para ser alcalde. El disfraz tapa muchas cosas, pero no oculta lo esencial: su fracaso.
AVISO LEGAL: Este artículo se enmarca en el género de análisis político y opinión editorial. Las imágenes son ilustraciones simbólicas generadas artificialmente, no representaciones reales. La crítica se dirige exclusivamente a la actuación pública de un cargo político local, en el marco del debate democrático.