Creo que no me equivoco cuando afirmo que El Puerto es una ciudad amable. Esto puede tener diferentes significados, decir varias cosas, pero cuando a ciudad amable me refiero, lo hago en el sentido más turístico posible. Que podríamos ser mucho más lo sé. Para algunos no somos más que sol y playa, ajenos a la vida cultural, un simple ciudad sin historia que solo ofrece diversión. Hay otras opiniones, pero entiendo que si es cierto que a la ciudad le falta vida cultural.
Le faltan centros de interpretación, le falta más actividad teatral, conciertos, pero conciertos de cierto nivel, apartados del infernal ruido. Nos falta ciertamente algo que nos identifique con un destino turístico que nos aleje de esa fácil diversión.
Está claro que no se puede cambiar todo de la noche al día, y también está claro que es algo muy difícil. Pero nada hay imposible. Exposiciones faltan, presentaciones faltan, y al fin y al cabo tenemos edificios dignos de ser visitados y que permanecen cerrados. Un primer paso lo dio la casa de Cargadores de Indias, el Palacio de Purullena, y más, pero ahora nos queda la segunda parte saber venderlo al visitante, pues, no todos los que vienen lo hacen a beber, comer y descansar.
En estos días compartí conversación con un grupo de Salamanca, con el que coincide en otra ciudad, me dijeron que conocían El Puerto, que en una ruta por la provincia de Cádiz, pasaron una noche aquí, alojados en el Hotel Monasterio, lo curioso es que ninguna agencia turística les ofreció la ciudad, les recomendaron Jerez, Cádiz, incluso Sanlúcar, pues la ciudad, nuestra gran ciudad, para los operadores turísticos, nada tenían que ofrecer.
Quizás, estemos avanzando, quizás consigamos quitarnos de encima el titulo de playa, pero eso requiere un esfuerzo, y no solo de los que tienen la obligación de hacer de esta ciudad un ciudad digna, nosotros somos parte importante de esa ciudad amable, y tenemos que empezar a saber vendernos.