Aunque el lejano Oriente es bonito, nuestras costas, al menos para mí, son mucho más espectaculares. Recuerdo cuando Puerto Sherry no era más que un inmenso espacio que pasó de paraíso a escenario de la guerra interminable, con cientos de bloques sin acabar, y que afortunadamente dejaron en las arcas municipales millones de pesetas, pero a qué precio.
Curiosamente, fue bajo un mandato de izquierda en el que se fraguó la aberración, para luego gritar en favor de la arboleda perdida. Pasan los años, y nos tocó La China, un espacio entre bellas y deportivas estructuras en ruinas, y el abandono del último fortín.
Los nombres como especulación, destrucción, y salvajada encuentran eco entre los que quieren seguir especulando con sus exclusivas propiedades, que se depreciarían si hay mayor volumen de quiero y no puedo vivir en Vistahermosa, pero esto está al lado. Otros, pelearán contra el ladrillo, hasta que les toque aprobar una inyección de dinero. El problema es que entre todas la mataron y ella sola se murió.
El pasado nos delega lo que ya tenemos, y que debería terminarse de una vez por todas, al fin y al cabo, Puerto Sherry está ahí, y los pinos no volverán. Sin embargo, seguimos viendo nuevas urbanizaciones, nuevos enclaves, más cerca o más lejos del mar, pero haciendo crecer una ciudad que en lugar de reparase las caries se pone dientes nuevos en una boca en la que ya no caben más dientes.
Quizás deberíamos mirar, y mimar, más lo que tenemos, aprovechar los decrépitos y viejos cascos de bodega del centro y dejar los pinos y las retamas en paz, quizás deberíamos pensar más en derribar lo que no sirve y no seguir adorando a los ladrillos sobre la nada. Pero preferimos seguir lamentando que perdemos patrimonio, como un muelle de hormigón que ensucia el rio, lamentando que ensombrecerán los pinos las antenas de los nuevos edificios, y sobre todo pensando que una bella fachada de una simple y funcional nave bodeguera merece la misma protección que la columna de Trajano.
El Puerto merece crecer, y quizás va siendo hora de evolucionar, volver las miradas a la ciudad, dejar el campo para pasear y los solares para construir y habitar.