De nuevo vuelven a sonar campanas de confinamiento, de cierres interminables, menos para las grandes superficies. De nuevo, Europa, que no solo España, anuncia temerosa las alas de una pandemia que no cesa, que no se frena, que ni las vacunas controlan; que colapsa ciudades, familias, amistades; de nuevo, y acercándonos al año, la vida sigue igual, o peor…

El Puerto se enfrenta a la delación, al odio, al confinamiento, y aun con buenos números, el arma se arroja de nuevo frente a quienes quieren respirar. Para muchos, el respiro o el escepticismo de muchos es como veneno para las redes; para otros muchos, el miedo, la incertidumbre y el aislamiento es como basura para otros tantos. Y así, entre grescas e indecisiones y chismorreos políticos, la pandemia avanza.

Los cautos, los responsables comienzan a preguntarse, a preguntarse por qué las vacunas no son masivas, pues en ciudades como El Puerto, sufrimos mas los estragos de un confinamiento, las restricciones y el desencanto, que los colapsos hospitalarios, o las vacunaciones masivas. Nada de eso vemos de forma clara, solo vemos calles vacías, bares y restaurantes cerrados, tristeza impuesta, y muchos telediarios, que como la nieve, no sentimos realmente.



La realidad, la cruda realidad es la existencia de un virus, la cruda realidad es que muere gente todos los días, por unas causas u otras, vemos que se anuncian restricciones, pero no impulsos a la sanidad. No vemos hospitales de campaña preparados por si la cosa se pone peor. Solo escuchamos la amenaza del colapso hospitalario, no las soluciones hospitalarias ni la inversión en contratar más sanitarios, al menos hasta que esto pase.

Vivimos tiempos oscuros, tiempos en los que se nos pide prudencia, pero se nos impone la misma, en las que se nos pide responsabilidad, pero se imponen cumplimientos. Tiempos de prohibiciones y de pocas noticias sobre acciones claras para ayudar a quienes hacen el esfuerzo.

Como siempre, España es diferente, y mientras Europa se confina, y sus gobiernos se sitúan en primera fila invirtiendo en paliar los efectos de quienes más sacrifican. Todo es complicado, todo se va diluyendo, enfrentando, ensuciando, y la falta de criterio de quienes deberían tomar las riendas, se esconde tras diecisiete minigobiernos, cuyas riendas, cortas, muy cortas, terminaran por romperse.