No soy crítico taurino, entendido… menos, purista u ortodoxo, jamás, pero siempre me gustó ir a los toros, y de hecho voy. Me encanta sentarme, en silencio, disfrutando, emocionándome, y en alguna que otra ocasión sintiendo el pellizco que te obliga a levantarte.

Siempre consideré el toreo como un arte, y como todo arte, siempre hay entendidos que, en lugar de disfrutarlo, lo analizan, eso sí, sin saber ni lo que pesa el botijo del mozo de espadas.

Ahora, con la temporada terminada, no son ni momentos de reflexionar, ni de analizar, protestar o exigir, es momento de recordar. Recordar ese ruedo, la belleza de su entorno, y a quienes se jugaron la vida, porque nadie debe olvidar que antes de criticar una faena, se debe respetar a quienes se juegan la vida por ofreceros algo con que emocionarnos.



Desde los ojos de un aficionado que no se atreve ni a diferenciar un natural de una verónica, me quedo con todas las faenas, las que me gustaron y las que no, las que me emocionaron y las que me decepcionaron; me quedo con los bravos, con los mansos, con los que supieron morir y con los que huyeron del estoque. Me quedo con el paseíllo y los hombros, me quedo con Crespo y Barroso, me quedo con los que se quedan y con los que se van, porque tanto unos como otros, al fin y al cabo, son y serán toreros, porque hay profesiones que marcan un estilo de vida del que no se puede uno ir, aunque se vaya; me quedo con una verdad, la fiesta se compone de dos partes, los profesionales y la afición, y el propio nombre pone a cada uno en el lugar que le corresponde, no siendo nunca ni sano ni bueno tratar de decirle al profesional lo que debe hacer o enmendarle la plana… los cuernos mandan.

Ahora, termina la tarde de toros, termina el esperar la  hora que siempre será las cinco de la tarde… pero para El Puerto… ciudad que llego a ser la Capital Taurina de la provincia de Cádiz, la ciudad a donde se llegaba por tren, en Vapor, en autobuses desde todos los puntos de España para darle la razón a Joselito; pero prefiero no hablar de terminar, la Plaza sigue ahí, esperando la siguiente corrida, esperando ahora solo a Crespo, de momento,  esperando al eterno Maestro del Puerto en el Callejón, pero si anhelamos más, si queremos volver a ser lo que fuimos la tarea empieza hoy, felicitando al empresario, son sus criticas y alabanzas, siguiendo donde podamos a Crespo, anhelando a Barroso, hablando, hablando sin parar de nuestra plaza, porque, queramos o no, esto es un negocio, y si hay demanda es rentable, pero si lo único que sale de las bocas es el enfado, el lamento, la crítica y la mamadera para conseguir una entrada gratis llegara un día en que vendrá a torear Rita la cantaora, la artista de reguetón que si llena hasta la bandera. De momento va por ti Crespo…. el Maestro tiene heredero.