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Hoy comentaré dos películas que se ven en formato de ordenador o móvil. Son: Missing (2023), de N. D. Johnson y W. Merrick, que tuvo su precedente en Searching (2018), de Aneesh Chaganty, que también analizaré. Ambas son películas de misterio y de investigaciones, en rastreo de huellas digitales, mayormente género thriller.

No es preciso haber visto una u otra para disfrutar de sendas películas emocionantes, ágiles y serpenteantes, con temáticas sorprendentes.

MISSING (2023). Intriga de pantalla en pantalla que concluye sorpresa, esa es la propuesta de los directores Nicholas D. Johnson y Will Merrick. Llena de ritmo, podemos admirar el uso increíble del ordenador, en las búsquedas rápidas por internet, videollamadas por face-time, seguimiento de ubicaciones, cámaras de vigilancia, etc. Los autores del guion, adaptación de una historia de Aneesh Chaganty y Sev Ohanian (autores del libreto de Searching, que comentaré más abajo) crean una historia inteligente y con misterio.

Todo está contado desde los teléfonos, cámaras públicas o pantallas de ordenador; y aprendemos sobre los personajes principalmente a partir de su actividad en las redes sociales.

Cuando el espectador ve un personaje, es porque está usando un chat de video; si recibe exposición, por lo común es a través de la navegación web y la apertura de archivos. Un mundo de constante mediación, donde cada toma usa algún tipo de tecnología electrónica.

Esa es la diversión: ver a los protagonistas abrirse camino en un enjambre digital retorcido de cuentas de correo electrónico pirateadas, fotos sospechosas y trabajos extraños e inesperados.

Estamos ante la desaparición de una madre mientras anda de vacaciones con su novio por Colombia. Su hija June investiga desde Los Angeles sin obtener respuesta por la excesiva burocracia internacional.

Para salir del atolladero, la chica hace uso de los medios técnicos (móvil, etc.) pues urge el asunto, necesita encontrarla antes que sea demasiado tarde. Pero cuanto más ahonda en su búsqueda, surgen más preguntas que respuestas. El rastreo de su paradero se complica y esto es lo que compone el desarrollo argumental.

Ritmo vertiginoso, con el añadido de que nada ni nadie escapa al ojo omnisciente de la información virtual. Una mirada que posee nuestro ADN social al completo, cada uno de nuestros pasos e incluso muchos de nuestros deseos y pensamientos más secretos.

Los directores dosifican la doble intriga de encontrar a la madre (y al novio) y esa especie de tutorial sobre dónde buscar y cómo entrar. Aspectos que resultan muy entretenidos para disfrute de esta historia laberíntica.

En la narración vemos un vídeo casero que muestra a una joven, June (Ava Zaria Lee, muy bien), intentando grabar a su padre, James Allen (Tim Griffing), con una videocámara antigua antes que su madre, Grace (Long), incaute el dispositivo. Se muestra la buena sintonía de la hija con su padre y la sobreprotección y cierto autoritarismo de la madre. Luego aparece otro más doloroso con los registros médicos que muestran cómo el padre fallece de cáncer. Grace se irá a Los Angeles, buscando comenzar de nuevo.

Storm Reid interpreta con suficiente solvencia a June Allen, la rebelde hija adolescente de Grace. La chica, de 18 años, está ansiosa porque su madre, interpretada con solvencia por Nia Long, marcha de viaje romántico con su nueva pareja Kevin (Ken Leung).

Finalmente, Grace y Kevin abandonan el espacio aéreo norteamericano. Cuando días después June va a recogerlos de vuelta de su viaje, observa que ninguno de los dos está entre el pasaje de regreso.

June se pone en contacto con el Hotel donde el recepcionista le indica que su madre y acompañante han dejado allí su equipaje. Con las mismas, la chica se asocia con su compañera de clase y buena amiga Veena (Megan Suri) y contrata a Javi, un colombiano que hace de mensajero (interesante trabajo de Joaquim de Almeida).

June acaba pirateando las contraseñas en línea de su madre, y de ahí, las de Kevin, esperando algún rastro para llegar a ellos. En este recorrido, la cinta evidencia cuánto se puede rastrear siguiendo la huella digital: cámaras transmitiendo en vivo o movimientos de cuentas bancarias.

El desafío de construir una historia sobre pantallas es descubrir la forma de hacerla interesante, y Johnson y Merrick hacen un trabajo bastante eficaz. El suspense atraviesa casi dos horas de giros impresionantes.

Mantiene una atmósfera propulsora y mordaz para superar el tedio de sus ritmos narrativos convencionales al tratar con herramientas tipo la cuenta de Gmail, fotos de iPhone y sitios web, a modo de puzle, con capas superpuestas y gran cantidad de información de la que no solemos darnos cuenta. Y la sospecha de la facilidad que existe para rastrear incluso las vidas más opacas en las redes sociales.

En el mensaje de no obviar el impacto de Internet en nuestras vidas hoy día, este filme elige deleitarse con el peligro. Con esta tecnología omnipresente, nos obsequia una historia de intriga que acaba felizmente.

Pero hay un giro en la película que la convierte, de tortuosa y emocionante, en desvergonzada. Pero no diré más ni agregaré spoiler, sería una mala práctica para estos comentarios.

Más extenso en revista ENCADENADOS

 

SEARCHING (2018). La hija de 16 años de David Kim ha desaparecido y se abre una investigación policial. Horas más tarde no hay el mínimo indicio y David decide ponerse a buscar en el ordenador portátil de su hija. David rastrea las huellas digitales de la muchacha antes de que desaparezca para siempre.

Este fue un caso de éxito del cine independiente norteamericano, proyectado en el festival de Sundance en su momento. Lo notable de la película es que todo lo que vemos es, en una pantalla de ordenador, toda la historia del filme contada con «capturas» de pantalla, lo cual no es un recurso limitado: hay archivos visuales públicos y privados, mails y WhatsApp, conversaciones en Skype y hasta telediarios, pues la vieja televisión también se puede ver por internet.

Produce vértigo ver cómo nuestra vida queda registrada en ese espejo que rezuma una insidiosa transparencia: somos translúcidos, nada escapa a ese ojo ciego que nos mira desde el ordenador.

Y es el ordenador lo que permite al protagonista seguir la pista de su hija desaparecida. Una de las cosas buenas de la película es que no se queda en la pura novedad del formato, sino que despliega una impecable intriga que nos hace olvidar pronto que la pantalla de cine está siendo suplantada por esta otra pantalla multifunción.

Magnífica dirección de Anees Chaganty quien, junto a Sev Ohanian, escriben un guion plagado de emoción, una historia con ritmo y de igual manera un drama social: un logro del cine comercial americano de los últimos tiempos.

Un reparto a tono con la historia con actrices y actores como John Cho en el rol del orgulloso padre David; eficiente Michelle como la hija Margot; bien Sara Sohn como la madre Pamela; muy bien Debra Messing, la detective Vick; y Joseph Lee, como el hermano porreta Peter.

No es extraño que Sony haya desembolsado 5 millones de dólares por los derechos mundiales de un filme que otros imitarían con el tiempo, como hemos visto en la obra que he comentado antes. El asunto no es que Chaganty haya inventado el concepto de pantalla grande como pantalla de ordenador. El movimiento más inteligente de Chaganty fue centrar su historia en algo tan humano como la relación de un padre con su hija.

La cinta está armada a modo de rompecabezas que parece estar ocurriendo en tiempo real, lo cual crea una sensación de urgencia y, a la vez, la ilusión para el espectador de que tiene un papel activo en su resolución; cuando en realidad nos obligan a seguir un camino prefijado lleno de pistas falsas y extrañas secuencias de suspense.

En esta película, su director ha encontrado un nuevo idioma para comunicar las cosas que compartimos, así como aquellas que mantenemos ocultas a nuestros seres queridos.