[Lee aquí los capítulos anteriores] Cada día descubro cosas nuevas, y este fin de semana me metí de lleno en una cultura gastronómica a la que nunca presté atención.

Claro que había probado lo que conocéis como potajes y berzas, y el menudo, y claro que mi conocimiento de la gastronomía española era mucho más que tortillas, paellas y menudo, pero el descubrimiento de tantas variedades con casi los mismos ingredientes me sorprendió.

Es curioso como con la edad nos vamos aficionando a las legumbres, vamos desterrando de nuestras dietas la comida basura y rápida, y nos acercamos a esos guisos, que al fin y al cabo es difícil encontrar en los bares, y que, en casa, lo normal, es que no hagamos, al menos yo.

Aplaudo esta ruta que nos acerca a esa tradición, y que conste que todas las noches he comido potaje, durmiendo estupendamente, pues creo que eso de decir que son comidas de almuerzo y no de cenas, es un error. Si a estas jornadas sumamos las visitas a patios, que siempre me intrigaron y gustaron, ha sido un buen fin de semana.



Normalmente, siempre que paseo voy fijándome en las casas del centro, en sus balcones, en sus patios, pero poder visitarlos ha sido un placer, hasta el punto de que me planteo, si finalmente me establezco aquí, comprar alguna casita pequeña con su patio.

Cosa nada rara viendo que más de un patio son de personas como yo, de fuera, de muy fuera, que han decidido vivir lo que les queda de vida en esa tierra.

Como digo, ha sido un fin de semana sorprendente, tradicional, familiar, acogedor, en donde me he sentido no solo arropado, pues en cada patio que entraba era amablemente acogido, y en alguno con más de una copa.

Voy viendo que no me equivoqué cuando decidí venirme, instalarme y terminar de decidirme, y aunque pueda echar de menos, a veces, mi tierra, como es normal, quizás los guisos hayan empujado un poco más mis decisiones.

La pena es que no sea algo común, pues si es normal encontrar lo que aquí se llama berza, o menudo, las variedades que he descubierto no suelen ponerse.

Supongo que a quienes estén acostumbrados por haber nacido aquí, el comer estas cosas en un bar les resultará extraño, pero a mí, particularmente me ha encantado, y ello hasta el extremo de que ya he quedado con mi amigo para hacer una particular ruta, a la caza del guiso…