[Lee aquí los capítulos anteriores] Los ruidos de la banda de música me despertaron esta mañana, era mi primer domingo de Resurrección aquí en El Puerto. Le dije a mi amigo, que no era muy amigo de estas celebraciones, que, por qué no me había despertado, avisado de que hoy había también cortejos, y sobre todo por la mañana.

A regañadientes nos preparamos rápidamente para salir a la calle. Me gustó tanto o más. No entendía cómo era posible, que, siendo el mismo tipo de cortejo, la luz resplandecía. No entendía como habíamos pasado de la tristeza y recogimiento de los anteriores días, al sol, la luz, y la alegría. Me había impresionado la Semana Santa. La viví solo a retazos, pero tan completa como este año, nunca.



Con pena me despedí de estas celebraciones, porque no podía llamarlas fiestas, y en comparación con otro tipo de vivir dicha semana, hoy por hoy me quedo con esta, a pesar de las críticas de mi amigo que me insinúa que la de Sevilla es muchísimo más esplendida. Me da igual, cuando nos damos cuenta, ya tenemos la primera cerveza del final de la Semana Santa, y la primera de una primavera que, me doy cuenta, que se vive con toda intensidad en el Sur de España.

Viene la celebración de la fiesta de los patios, la Feria y el verano. Hoy me siento dichoso, porque unas vacaciones, vivir todo esto como turista es grandioso, pero vivirla como uno más, sintiendo, como hoy, que la música te levanta con estridencia, saborear todo desde dentro, es algo muy especial. Puedo comprender que a quienes nacieron aquí todas estas vivencias son rutina, pero para mí, como algo nuevo, como algo que solo viví como espectador, es algo más.

Le insinúo  “El Bigotes” que quiero hacerme de alguna hermandad, quizás, por mi carácter austero la que salía el Martes Santo vestido de oscuro, sonríe, sé que él jamás me acompañará, y hay que respetarlo, pero yo quiero formar parte activa de este modo de vivir la Pasión, no sé que me aportará vivirla desde dentro, pero todo me ha hecho sentirme parte y quiero más.

Ya la he vivido desde fuera, y me doy cuenta de que no todos los que observaban el paso de los cortejos eran personas religiosas, pero respetaban, y seguro, que, a su forma, algo sentían. La grandeza de algo que puede unir a quienes viven el catolicismo de forma más laxa, con los que, aun sin vestir esas túnicas, son católicos practicantes, es algo maravilloso.

Me emociona, y entonces mi amigo me habla de algo, del Rocío, me informa de qué es y promete que iremos. Hay que conocerlo todo, sobre todo para alguien que aún no entiende que es la devoción Mariana, algo de lo que escucho hablar y se me hace difícil de entender.

De momento, esta Semana Santa me ha llenado e integrado aún más en mi ciudad.