[Lee aquí los capítulos anteriores] Casi me tira el viento, bueno, la verdad es que la pared impidió que cayese al suelo, y entre las risas de “El Bigotes” y el susto de las señoras que entraban en Los Pepes, me repuse no dándole importancia al evento, aun así, ni las gafas impedían que me llorasen los ojos. La suciedad se veía por todas partes, y papeles, bolsas y arena se arremolinaban en cada rincón que se encontraba en nuestro paso.

A pesar de ello, y sabiendo que en dos minutos volvería a estar todo igual, un señor, cumpliendo con su trabajo, limpiaba lo que se encontraba a su paso. Ello me hizo reflexionar en el comentario que dos señores hacían en aquellos momentos, y que sobre todo criticaba la gestión municipal en cuanto a la limpieza de la ciudad.



Tenerlo todo pulcro y limpio en casa es una tarea que en casa es casi imposible, la perfección no existe, y sobre todo con alguien como “El Bigotes”, por eso mismo, tener la ciudad perfecta tampoco es fácil, sobre todo si es un trabajo que depende de dos partes, de un lado quienes ensuciamos y de otro quienes son enviados a limpiar.

El ejemplo del señor que a pesar del viento seguía limpiando me hizo pensar en que a veces, los que no damos buen ejemplo somos nosotros, sobre todo cuando vi como uno de esos dos señores se limpiaba la boca y tiraba el papel al suelo del bar.

Cuando estuve en Alemania pasando una temporada es cierto que todo estaba mucho más limpio, pero también es cierto que vi como una señora se agachaba a coger del suelo el papel de un turista. No protestó ni le dijo nada, pero de seguro que  el turista que tiró el papel, y vio como la señora lo recogía, no volvería hacerlo después de ver lo que hizo.

Y es que, es fácil educar haciendo grandes manifestaciones, es fácil criticar, pero es más efectivo educar con el ejemplo de forma callada y silenciosa… yo no me levanté a coger el papel que habían tirado frente a mis narices, pero sentí vergüenza ajena. Ojalá todos critiquemos menos y demos más ejemplo.