Hay episodios que dan mucho más de sí en la vida política de lo que parece. Y a nadie pasó desapercibido lo ocurrido en el último pleno, y eso que, la visión del mismo es como la política, que es capaz de hacer ver lo blanco negro y justificar que dar margaritas a los cerdos es lo mejor del mundo.

La política se ha convertido en el arte de la mentira y el cinismo. Cinismo para, sin perder la sonrisa ni la compostura, mentir y desdecirse de evidencias sin que se mueva un pelo. El mejor maestro es el Sr. Sánchez, cuyas mentiras, sin que se discuta si necesarias o no, harán historia por los siglos, pues desde no pactaré a no subiré la luz,  queda un largo camino, en donde sus más fieles devotos encuentran una justificación cuasi mística.

Partiendo de esta base, creo, sin temor a equivocarme, que no hay un solo político que, o por convicción, o por necesidad, mienta. Desde el primero hasta el último. En campaña se dicen mentiras, incluso se hacen promesas particulares, jurando por la tumba del faraón, de cosas que luego… se siente, es que no depende de mí.

Sorprende aún más que quienes estuvieron mintiendo en su momento, se rasguen las vestiduras porque los que están ahora mienten, lo cual demuestra el cinismo por convicción de algunos. Un cinismo al que deben someterse los de enfrente, porque aguantar los chaparrones sin perder la sonrisa, y dormir con los sapos, culebras y maldiciones lanzadas al aire no es cosa agradable.



Sin embargo, hay algo que siempre caracterizó a los políticos, menos a los de aquella democrática República de quema iglesias, matones y pistoleros, a la que cada día nos parecemos más, la educación y compostura. En la Casa Disney en que se ha convertido nuestro ayuntamiento, los papeles se confunden, no sabemos dónde está la belleza, si en el interior o en el exterior, sin embargo, en el reparto de papeles, ya hay un Bello, y el otro día descubrimos a la Bestia, aunque sea un Ángel.

La ira derramada, supongo que más cínica que real, buscando el copar las redes, llamando mierda a su rival político, y acusando al fascista y egocéntrico (bueno eso fue después) Alcalde de una expulsión (bueno hasta cinco veces le pidió que se calmase con cortes y chistosa invitación a salir cinco minutos) injusta e innecesaria, deja clara las posturas. Pero no sé, a quien le faltaba el bigote histriónico pues los gestos eran más de opereta alemana que de zarzuela castiza, no era a Bello, que además tiene barba y no perdió la compostura, lo que al de enfrente cada vez le cabreaba más, cuyos golpes en su bancada y gritos se escuchaban más altos que el puro Latino.

Episodio lamentable, no por las mentiras o el cinismo, algo a lo que todos los políticos nos tienen acostumbrados, a veces por exigencia del guion, y otras por puro egoísmo, sino por contemplar como cuando no se sabe dialogar, se recurre a la violencia verbal, a los gritos, a la exigencia por cojones… ¿qué será lo siguiente, coger a Bello a la salida de clase y darle una paliza con los colegas? No sé, pero la Casa Disney ya tiene nuevo personaje, que, queridos infantes, nos enseña una vez más que la Belleza está en el interior… ¿pero de quién?, porque aquí, belleza hay poca…