Pues la verdad va a ser que no, y es que, al fin y al cabo, la muerte de la soberana británica, la reina de la pérfida Albión, con todos los respetos que me merece, como reina y como persona, representa a toda una nación peculiar y curiosa.

Mientras que aquí algunos se atreven a cuestionar hasta el modo de vestir de nuestros monarcas, van y pierden el culo, y se rasgan las vestiduras por la muerte de la soberana de ese trozo de España obtenido más por engaños que por conquista, y eso que aquí nos cuestionamos ahora hasta nuestra soberanía sobre Córdoba, que en realidad debería pertenecer al reino de los pacíficos mamelucos.

Con todos los respetos, y con la caballerosidad propia hacia el enemigo, a quienes ha de respetárseles duelo, incluso con banderas a media asta. Los hijos de la Gran Bretaña flaco favor hicieron a esta nación desde tiempos inmemoriales, sobre todo, importante el daño del bulo y la leyenda negra que otra cosa.



Perdidas sus colonias, no tuvieron bastante con apoyar la pérdida de las nuestras, sino que lo hicieron ayudado a españoles renegados de su patria, vendiéndolo luego como independencia de los autóctonos, a quienes masacrábamos, cuando en las tierras dominadas por ellos apenas quedaban autóctonos de la zona.

No es momento de insultar o vilipendiar, ni de abrir viejas heridas, ni de comportare como gañanes recelosos regocijados en la muerte. Pero, sinceramente, es lógico tener a un Rey desterrado por supuesto actos, mientras hasta la Sexta le dedica más horas a la familia Real Británica, con tono falsamente respetuoso y cortes, que a insultar a Vox.

Lo próximo serán reportajes cargados de agradecimiento por llenarnos el Peñón de submarinos nucleares, poner aranceles a nuestras exportaciones, y enseñar una historia en sus colegios parecida a las del nuevo gobierno, en donde toda Sudamérica esta arruinada por nuestra actuación en los últimos 500 años, por la que debemos pedir perdón.

En fin, solo espero que cuando el Emérito fallezca, cuando Dios decida, le muestren al menos la misma atención que le están prestando a la soberana británica, y le muestren al menos el doble de respeto y empatía que derrochen con la extranjera, cuyo respeto y admiración le tengo reconocido, pero, claro está, no tanto como al mío.