Repetir el viejo refrán, dicho o chascarrillo apenas merece la pena, pero sí que merece la pena el día. Un día que para muchos nada significa, un día que algunos, hasta desconocen, pero que está presente, mucho más presente para los católicos, y quizás en mayor medida para quienes con su intolerante afán de tolerar el Islam arremeten contra este día, sobre todo en la católica y regia granada.

Aquí, el esplendor ha ido variando en función de quienes lo toleran, lo odian o lo enaltecen, y creo, sino me equivoco, que en tiempos de enaltecimiento estamos.

Hay ciudades que generan expectación, algunas, en donde gobierne quien gobierne, le da su sitio, mayor o menor, pues no deja de atraer turistas, sobre todo porque es una festividad que abre, por así decirlo, el verano y sus playas.

No me cabe duda de que las críticas lloverán, pues siendo tolerantes, las únicas celebraciones que se deberían hacer deben encaminarse al ideario único que día a día, intentan, y digo intentan, imponernos. Y esas críticas serán aún más virulentas porque aquí, en El Puerto, nos estamos acostumbrado a que Fiestas se encargue de eso, no de arreglar baches, ni de gestionar el tráfico, ni de los boquetes de las fachadas, tampoco tiene nada que ver con eso del mantenimiento urbano, ni con la sanidad pública, menos con recaudación o policía local, y absolutamente nada con la peregrinación de los cangrejos de río en tiempo de pandemia en el alto Guadalquivir como especie invasora.

Y es que en El Puerto hasta hacer el trabajo encomendado es objeto de crítica o burla, si bien, al parecer, con el mundo por montera, y el deseo de algunos del ostracismo o defenestración, hemos llegado al punto de hacer popular la mítica frase, no la del título, sino la de gobierne quien gobierne, las Fiestas se ennoblecen. Feliz Corpus.