Es bonito mantener la ilusión, no solo por las tradiciones, sino por las vivencias que forman parte de nuestra pequeña historia, pues todos, absolutamente todos, somos fruto de un sinfín de pequeños actos que van marcando nuestra propia vida.

Con los años, atesoras, y no solo en tu corazón, miles de minúsculas experiencias que te marcan. Olvidarte de ellas no es imperdonable, es solo un desperdicio, un golpe al vacío en donde no avanzas, porque somos lo que vivimos. Y vivimos, de pequeños, esa ilusión por la llegada del frío.

Nos emocionan esas calles llenas de luces, el olor a serrín viejo de las figuras envueltas en papel de periódico, esas que salen por Navidad a pasearse por nuestros ojos, ocupando la vieja tabla sobre los caballetes vestidos con el faldón. Nos enternecemos recordando aquel frescor que daba el pino amarrado con cinta cáñamo, y que ocultaba el olor de baquelita de las ristras de luces que arropaban a las bolas envueltas en el papel marrón del abandonado Belén, del cual, casi siempre, era el Buey el último en abandonarlo.



Eran recuerdos con olor a goma de borrar, a viruta de lapicero recién afilado para escribir, con nuestra más bella y torcida la letra, la famosa carta a los Magos, esos, que sin saberlo, nosotros, se ocultaban cada año tras los miles de Carteros Reales, que nos ponían la mano en el hombro, y nos decían “Mañana se la damos al Cartero Real”.

Esos miles de recuerdos son los que hoy precisamente hoy, no podemos desperdiciar, sobre todo porque tenemos que seguir generando pequeñas historias en nuestro entorno, para que los que hoy tendrán las vivencias del presente, dentro de algunos años, puedan generar las vivencias del futuro.

Hoy nuestra pequeña historia, esa personal e íntima, volverá a nosotros; cerraremos los ojos, y nos trasportaremos sintiendo los olores de aquellos maravillosos años, y dará igual a que sepan nuestros recuerdos, porque al fin y al cabo, en algún momento de nuestra historia, de nuestra vida, algo fue hermoso, feliz e ilusionado, y eso nos hará sentir a los Magos, observándonos por encima del hombro de nuestros particulares Carteros Reales.