Gaspar Molina Zaldívar.- Parece que haya pasado mucho tiempo desde allá el año 2014 cuando escribí un artículo sobre la restauración del Nazareno de El Puerto, pero ha sido el vertiginoso y frenético devenir de los acontecimientos el que me ha proporcionado esa sensación. Son tantas cosas la que han pasado que parece que se hayan encajado en un marco temporal mucho más amplio. En aquel artículo vertí determinadas reflexiones que a día de hoy no solo han cambiado de forma radical, sino que el conocimiento a la luz de la experiencia ha conseguido que actualmente considere que fueron totalmente equivocadas. Entono el mea culpa y me alegro de haber estado totalmente errado.

Tuve la osadía de afirmar que al Nazareno lo habían cambiado, fruto de la restauración a la que fue sometida. Ahora mis impresiones no pueden ser más contrarias a aquellas, al comprobar que la intervención fue fruto de una necesidad acuciante, ya que la imagen del Señor de El Puerto se encontraba muy deteriorada y con graves problemas de estabilidad. De igual forma, puedo afirmar que sustituir la corona de plata por una de resina ha conseguido eliminar el daño que sufría la talla cada vez que ésta era manipulada. Sólo hay que comprobar los daños profundos y visibles que presentaba la talla en la zona, y la exquisita adecuación con la que se conforma la actual sin que le afecte. O que las restauraciones anteriores, especialmente la última antes de la de Miñarro, dejaran mucho que desear, utilizando resinas de poliéster y repintes, dejando de lado técnicas de restauración poco invasivas y compatibles con las características de la talla.



Y se preguntarán los lectores qué ha motivado mi cambio de parecer. Pues no es otra razón que el porte que ha ganado la imagen, la revitalización de un esplendor que se iba apagando a ojos vistas y que era necesario acometer. Y por ende la hermandad del Nazareno, cuya razón de ser gira en torno a sus Sagrados Titulares y la responsabilidad de conservarlos y cuidarlos, para que sigan siendo auténticos vehículos de devoción popular. Una cofradía que a lo largo de los tiempos ha sufrido diversos cambios, unos acertados y otros menos bajo mi punto de vista. La consideración de esta cualidad siempre es personal y cada uno de nosotros podría realizar una valoración distinta, pero por fortuna los tiempos nos han traído la dichosa prebenda de no solo poder expresarlas, sino discutirlas y realizar un provechoso debate. Siempre que impere el respeto, faltaría más.

Me acuerdo por ejemplo cuando en la década de los 70, la hermandad dejó atrás ser aquella que se fundó “a imagen y semejanza”, puesto que el silencio del Vía Crucis fue roto por la incorporación de las bandas de música en la entrada el extinto muelle pesquero. Ese momento era presenciado por hileras de barcos apiñados, que recibían al Patrón de las Galeras Reales. Hoy por desgracia ya no quedan barcos, tan solo unos modernos catamaranes. Tampoco la lonja del pescado como tal, que perdió su uso hace años y no quedan prácticamente ni sus vestigios. Aquella Junta de Gobierno decidió con responsabilidad lo mejor para la hermandad en aquellos momentos, y hasta nuestros días hemos de agradecer sus decisiones, puesto que estoy seguro fueron tomadas con la mejor de las voluntades, y como hemos visto, brillante acierto.

Otro cambio drástico y fundamental se produjo en el momento en el que la Dolorosa que tallara don José Ovando Merino fuera sustituida por la actual imagen de María Santísima de los Dolores, regalada por el hermano Luís Suárez Rodríguez, y cuyo relevo no fue sometido a cabildo de hermanos. Podría decirse que eran otros tiempos, otras formas imperaban en una sociedad que aun no estaba alumbrada a la luz del conocimiento y la libertad de las que por fortuna goza hoy en día. ¿Fue aquello fruto de un capricho? ¿Fue una necesidad? ¿Fueron sus hermanos, posibilitados por su pertenencia, los que libremente decidieron el cambio? Son hitos en la vasta historia de una cofradía en los que son difíciles adivinar las intenciones o motivos, pero que propician cambios sustanciales que hoy en día se han asentado por mor de la costumbre.

Logros destacados como la recuperación de la túnica hueso y morada de los tramos del Cristo, la confección de un nuevo paso para el Señor, o la adquisición de un inmueble para convertirlo en una moderna y funcional casa de hermandad. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que la hermandad dispuso de un solar en la calle Pagador con Federico Rubio, el cual, tras una controvertida gestión, quedó en un sueño incumplido. Aciertos y errores en el devenir de la historia de una hermandad, siempre al amparo del criterio de cada uno.

El pasado día 5 de noviembre los hermanos del Nazareno decidieron en Cabildo Extraordinario trasladar a modo de prueba por cuatro años la Estación de Penitencia a la noche del Jueves Santo y recogiéndose de “madrugá”. Los tiempos cambian y las tradiciones populares las moldea el pueblo. El uso y costumbres de la sociedad van afinando sus preferencias, y en cada momento de la historia, de forma natural o a veces artificial gracias a la intervención de agentes externos, van mutando y afianzándose.

Múltiples y variadas razones se han puesto encima de la mesa para que los hermanos hayan optado por cambiar el día de salida. Argumentos tan sólidos como el vandalismo en las calles, la ausencia de fieles a los que transmitir la protestación de fe, la dificultad del acceso al cortejo de hermanos veteranos y noveles, así como lo exiguo del cortejo por la incomodidad de los horarios. Verdades incómodas que a nadie le gusta reconocer pero para las cuales es necesaria de dotarse de la valentía necesaria para abordarlas, estudiarlas y poner sobre el tapete las posibles soluciones. No quiero pensar que a mis años tuviese que ver de nuevo rellenar el desfile del Nazareno con túnicas de otras hermandades como ocurría en otras épocas.

Muchos echarán de menos imágenes bucólicas y nostálgicas de determinadas épocas del Nazareno, incluso hay quien dice que la hermandad ha desaparecido. El revisionismo del pasado, realizado de forma torticera, puede llevarnos a un sesgo cognitivo basado únicamente en nuestros sentimientos, asunto harto peligroso cuando se trata de abordar las problemáticas con sinceridad y objetividad. Esos recuerdos permanecerán vivos en la medida en que seamos capaces de transmitirlos a generaciones posteriores, nunca menospreciando el presente o glorificando un pasado excesivamente de forma que nunca podrá ser alcanzado. Es un error monumental destrozarles las ilusiones a los nuevos hermanos machacándolos con que nunca conocerán esplendores pretéritos. ¿Por qué no ilusionarlos con esplendores futuros?

En mi opinión de veterano, la corporación ha iniciado una etapa de despegue y adaptación a los tiempos, en la que todos los hermanos se sientan llamados a seguir al Nazareno y a su Bendita Madre. Las estrategias de la evangelización han variado tanto en el tiempo como la propia Iglesia, y adaptarse e intentar nuevos caminos es imperativo si no queremos que nuestras hermandades se vean abocadas al ostracismo. Los Sagrados Titulares siempre aguardan en la capilla de los Encisos. Echar en falta otras épocas de patios y barbacoas, es comparable al vacío que siente en su interior a quien perdió su cortijo por no saber defenderlo.