El ser humano evoluciona constantemente, no deja de sorprender su capacidad de adaptación, de asimilación, de aprendizaje, y en los tiempos que corren, podemos ver, al menos a nuestro entorno,  ve como evolucionamos.

Hemos pasado de la bondad, de afilar nuestros corazones con comprensión y amor, de vivir una primavera llena de amor y virtuales abrazos, como si de una Navidad se tratase, hemos pasado, y hemos pasado, pero a vivir con un corazón lacerante.

Los comentarios, normales, criticando, opinando y, sobre todo, dando lecciones, quedaban pequeños con los mensajes de ánimo, de fuerza para aguantar los tiempos. Poco a poco, conforme las normas se fueron ajustando, la delación se convirtió en el bunker de los frustrados policías de balcones… la euforia, el ánimo, la esperanza, el dolor, todo se apoderó de un verano que fue apagando aquella llama de comprensión.



La segunda ola fue para algunos su gran confirmación del “ya lo dije”, esa casualidad de acertar sin criterio alguno hizo surgir a los héroes de la advertida verdad. Y al final, la crítica, la delación y la desesperación, nos retornaron a la realidad de una sociedad egoísta y hueca.

Todo pasará, mejor o peor, la pandemia se llevará a muchos, quizás a los mejores, pero pasará, y el amargo regusto del saber que nada ha cambiado nos devolverá a esa nueva normalidad que se nos impondrá y que nos impondremos.

La segunda ola se extinguirá cuando llegue a la orilla, y al final, otra ola, y quizás otra arribaran con mayor o menor fuerza, porque el mar no se controla, las barcas si, y algunas olas estrellaran a algunas contra las rocas, vararán a otras en la desesperación del paro y la ruina, y otras, sin hacer nada presumirán de haber sobrevivido a la tempestad y a la ola.

Cuando todo pase, seguirán llegando olas, los perros buscarán otra cosa a la que ladrar, y al final, el ser humano demostrará lo que es en realidad. Atrás quedaran las lecciones que presumimos aprendidas, atrás los avisos y los egos engolados de quienes anunciaron muertes y muertes tuvieron. Y al final, el sol nos volverá a sonreír sin que nadie pueda apuntarse los méritos.