Me desperté con la absurda noticia de que, a consecuencia de las lluvias, unos cascotes se habían desprendido de una fachada de la calle Luja.

Pensándolo bien, esos cascotes no se habían caído por culpa de la lluvia. Se habían caído como consecuencia de esa absurda burocracia que está por encima de la seguridad.

En el falso nombre de la seguridad ciudadana, del respeto a las garantías de una falsa igualdad para todos, en base a un justo estipendio de tasas y sueldos… la lógica y la razón se perdían en un mar de papeles.

Fachadas que para poder ser pintadas y mantenidas requerían un estudio arquitectónico y de seguridad que analizara los componentes químicos del asa del cubo donde verteríamos la pintura. Vigas que se caían porque era más caro el informe de viabilidad y el respeto a mantener las estructuras del siglo II antes de Cristo, aunque la casa fuera de 1950, que el llamar a un albañil y poner un can que asegurase dicha viga. Y todo por culpa de los mismos que luego echan la culpa a los otros y de los técnicos a quien todos culpan.



La única realidad es que no es cuestión de Planes Urbanísticos, de especuladores, de normas y de tasas, la realidad es que la mayor parte de las casas que aun no se han quedado buitres y bancos, están en manos de particulares, de personas normales que no disponen de un respaldo económico para poder perder el tiempo ni el dinero con estudios, informes y tasas, porque la realidad, es que pintar una fachada, recoger los desconchones, sanear las estructuras y amar tu vivienda no es cuestión de política, es cuestión de sentido común… pintar una fachada no es especulación, sanear una viga no es alteración urbanística, y sobre todo, pagar al Ayuntamiento un porcentaje por gastar dinero en mantener un patrimonio que ya tributa por un IBI, hace que pensar.

Han llegado las lluvias, y en El Puerto, recoger una gotera puede ser sancionado, ya que nuestras goteras, desconchones y techos desplomados son parte de nuestro patrimonio político, heredado y actual.