Jesús Barbadillo Angulo (Tribuna libre).- Una de las particularidades que nos definen a las personas, es nuestra singularidad, somos esencialmente diferentes, únicos e irrepetibles. Nuestras discrepancias son como las partículas del aire, revolotean a nuestro alrededor sin que seamos capaces de verlas incluso cuando estamos con las personas que amamos; no digamos cuando éstas nos vienen impuestas: vecinos, compañeros de trabajo, cuñados...

Dicho fenómeno, lejos de dividirnos, debería servir para acercarnos más y lograr vínculos sociales que nos beneficien mutuamente y encajar unos con otros como las piezas de un lego. ¿Os imagináis un puzle con todas las piezas iguales? Jamás encajarían.



Lástima que esta riqueza se convierta en nuestro peor enemigo en lugar de nuestro mejor aliado, nuestros dirigentes políticos arremeten unos contra otros en vez de buscar el consenso mientras vivimos bajo la invasión de un virus desconocido, mientras el país se enfrenta a una dura crisis económica.

Se requiere una gran dosis de madurez y generosidad para saber escuchar, comprender y empatizar con el prójimo. Sin embargo, en medio de tanto catastrofismo [El hospital de El Puerto acumula 16 personas ingresadas con Covid-19] existen millones de personas en nuestro planeta que, lejos del reconocimiento y la vanagloria, trabajan con humildad cada día con objeto de mejorar la vida de los demás.

Quiero destacar al doctor Cavadas, según la noticia publicada, ha puesto a caminar a un joven de 23 años al que diagnosticaron hace dos años que jamás podría volver a hacerlo gracias a tres intervenciones y rehabilitación. ¡Qué decir! Es una heroicidad, es magnánimo, excepcional, lo más grande que un hombre o mujer pueda llegar a hacer. Efectivamente, este hombre es diferente, además de ejemplar.

Pienso que si dejásemos a un lado las críticas, nos levantáramos del sillón del lamento, habláramos menos y empezáramos ya de una vez a hacer, seríamos todos más felices.