EL PUERTO.- Pillar a un grafitero no es tarea fácil. Y si no que se lo digan al agente de la Policía Local de El Puerto 12529, que se ha convertido en un auténtico 'cazagrafiteros' y ha logrado desenmascarar a más de doscientos aficionados a pintar sin permiso en lo ajeno.
Su último éxito ha sido identificar esta misma semana a un joven de El Puerto que ha sembrado la ciudad con sus siglas, ROES, en todos los tamaños, hasta los dos metros, y lugares imaginables, la mayoría acompañadas de una dedicatoria.
Especialmente llamativa fue la pintada que hizo en un muro del Parque Calderón, pocos días después de que el Ayuntamiento lo hubiera encalado para borrar otros grafitis anteriores.
En esa ocasión dejó su ROES junto a una dedicatoria al alcalde: "lo siento Germán"; no se sabe si disculpándose o si realzando su descaro ante el regidor, Germán Beardo (PP).
Dos meses de pesquisas ha costado identificar al joven que se oculta tras esa firma: un portuense de 25 años, cuyo nombre responde a las iniciales A.S.P. y que ahora se enfrentará a una denuncia y a la reparación de los daños que ha ocasionado en más de 23 muros.
La Policía Local de El Puerto ha logrado identificarle gracias a que tiene en sus filas al agente 12529, un experto en identificar a grafiteros al punto de que sus servicios han sido requeridos en distintos puntos del país.
"Empecé en el 2011 y 2012 cuando comenzaron a aparecer pintadas en las calles más emblemáticas de El Puerto que hicieron un grupo de cinco menores. Este caso me despertó la curiosidad y empecé a analizar el submundo de esta comunidad, sus formas de organizarse y de ocultarse en el anonimato, sus métodos", explica a EFE el agente.
Su curiosidad le impulsó a hacer cursos y a seguir perfiles y rastros de grafiteros hasta convertirse en uno de los mayores expertos.
"Ha sido un trabajo de ocho años. Me gusta y por eso me es fácil echar horas en los muros y en el ordenador", estudiando y comparando las caligrafías de las pintadas o siguiendo perfiles en los que, sin desvelar su identidad, los grafiteros presumen de sus "trofeos" ante la comunidad de aficionados a esta actividad que navega entre el vandalismo y el arte urbano.
Lo hacen en perfiles anónimos y específicos que crean en las redes sociales porque la necesidad de ocultar su identidad, para no tener que responder ante las posibles sanciones, no está reñida con su afición a "darse publicidad".
"No pueden evitar publicar sus fechorías en redes sociales. El anonimato es su escudo, pero el ego es su punto débil", explica.
Sólo sus círculos más cercanos saben quien se esconde tras "alias" y firmas como "ROES", cuyo significado no se conoce.
En este círculo están los "aguadores", compañeros que se disponen en distintos puntos para vigilar mientras el grafitero "trabaja", normalmente por la noche, y avisarle si alguien se acerca.
"Para identificar a algunos hay que echar bastantes horas, cada vez toman más precauciones, a veces hay que esperar a que alguien de su entorno cometa un error haciendo un comentario. A otros sólo les falta ponerse el DNI en la boca", comenta el agente.
Las dificultades a la hora de evitar que no les pillen parecen ser para ellos un aliciente.
"No les gusta que les pillen. El anonimato es su fuerza. En el momento que destruyes ese poder, que has descifrado quien es, la mayoría se enfadan bastante, se indignan y te preguntan por qué la Policía se dedica a esto cuando hay otros delitos más graves", explica.
Pero las administraciones, empresas e instituciones que se encuentran con los daños y tienen que afrontar su limpieza también se indignan.
Tras la identificación de ROES, la teniente de alcalde de Policía Local y Seguridad, Marina Peris, ha asegurado que el gobierno municipal utilizará "todas las herramientas a su alcance" para perseguir a los grafiteros porque el coste de reparar los muros podría dedicarse a otras necesidades de la ciudad.
En el caso de ROES, las actuaciones se podrían quedar en el ámbito administrativo porque no ha pintado paredes de edificios protegidos. Sus firmas en paredes o puertas del patrimonio público y privado se podrían quedar en una sanción de "entre 125 euros y 300 por pintada".
Siempre depende del lugar en el que han pintado, cuenta el agente, que explica que, por ejemplo, eliminar pintadas de los vagones de tren, uno de los objetivos más preciados de algunos grafiteros, precisa de productos químicos "muy caros". "Puede costar seis mil euros", señala.
Grafitis en Renfe
Él mismo participó en las investigaciones que llevaron en 2017 a la detención de catorce personas en Cádiz que durante cinco años habían pintado grafitis en vagones de Renfe ocasionando daños por valor de 800.000 euros, en una importante operación que ha hecho que después la ayuda de este agente haya sido reclamada para resolver casos en distintos puestos del país, desde Burgos a Galicia.
Para muchos ser "pillados" no equivale a que dejen la "afición". "La mayoría cambia de firma para seguir". Pero la caligrafía, aunque quieran, no la pueden cambiar. "En el momento que uno cambia de firma, en el segundo ya se quien es por su caligrafía", dice el agente.
Solos o en grupos, descolgándose de muros con cuerdas, subiéndose a escaleras o incluso a "borriquito" de algún compañero -"algunos hacen llegado a hacer torres humanas de tres", los grafiteros se esfuerzan no sólo en ocultarse, también en mejorar la calidad de sus trabajos.
"A algunos hasta les he felicitado mientras les detenía porque son verdaderos artistas. Los hay incluso que tienen dos firmas, una para el vandalismo y otra pública para hacer muros legales en exhibiciones, jams y eventos. Ahí es donde hacen gala de su arte" y pueden recibir aplausos hasta del agente "cazagrafitis".