Encierra la ciudad nombres escondidos de los que nadie sabe. Nombres ya perdidos y olvidados solo presentes en ese futuro de pasado incierto.

El cruce del oasis, sin palmerales ni agua, con un vigilante de la salud y un faro como puntos de referencia esconce un nombre para muchos conocidos.

Antaño, en aquellos años donde los móviles eran ciencia ficción aun quedaban pequeñas fiestas en aquella discoteca que fue referencia de muchos años. El Oasis, aquel lugar de diversión, macro discoteca de aquellos años que no viví, pero a los que alcancé en sus últimos suspiros.

Quizás lo último que vivió fue las fiestas de instituto, triste y noble final de un lugar de ensueño. Cuantas parejas no se dieron allí su primer hola, testigo de cientos de historias, romances y meteduras de pata. El Oasis testigo de una época, con tanta importancia que ni el tiempo ha podido borrar el nombre al entorno.

Quizás muchos se refieran a aquel lugar como el Oasis, sin saber de dónde proviene o cómo nació el nombre de aquella rotonda, para otros muchos, el significado permanece intacto en la memoria.

Hoy su estructura aún sirve de recuerdo para muchos, y sentado en la terraza de ese faro, aún se pueden escuchar los sones de aquellos Brincos, y aún entre las palmeras, los Pekenikes siguen sonando hasta que una Formula V da la bienvenida al amanecer de una nueva era.

El tiempo pasa, y así, tal es la importancia que, sin placa, la que fuera referente de la Bahía, sigue sonando en el recuerdo de muchos. Quizás, y solo quizás, alguna francesa merezca un merecido homenaje por haber dejado a El Puerto algo más que diversión, pues el nombre permanecerá por siempre unido a una ciudad que bailo al son de aquellos años… quizás incluso felices.