Para alguien que sintiéndose ya parte de la vida de la ciudad, aun siendo un foráneo, las novedades siempre eran bienvenidas. No solo eso, cualquier evento, todo acontecimiento, todo, absolutamente todo, marcaba cada despertar fomentando la ilusión. [Lee aquí los capítulos anteriores]

No podía olvidar el abatimiento de los meses perdidos, y aquella mañana ver la estructura de la enorme noria sobresaliendo de entre las aguas del río, me agradó.

El miedo a las alturas me alejaría de ella, de eso estaba seguro, y no es que dudará, estaba seguro de que no me montaría, con mis años no empezaría ahora tamaña afición a elevarme de los suelos. Sin embargo, y siempre desde el particular punto de vista de quien no cree en la única verdad, me pareció de un enorme acierto.

La polémica estaba de seguro servida, incluso en mi círculo, ya que mi amigo el Bigotes, nada más recogerme me soltó la absurda retahíla sobre la cordura y la sensatez. Pensaba, como muchos, que era una locura, que con los tiempos que corren, la organización de eventos, el traer atracciones y animar serían foco de contagios horrorosos, posible principio del fin del holocausto. No compartí su opinión, pues contenida la crisis médica, con medios para atender a todos en caso de recaídas, y con una población que seguía con el mismo índice de contagios, lo que había, posiblemente, era más mezquindad que sensatez.

La sensatez y cordura se imponía entre quienes, siendo funcionarios, o trabajadores de grandes empresas, el sustento no solo estaba garantizado, además el escaso trabajo les llevaba al sueño de muchos, cobrar sin trabajar. Sin embargo, para otros muchos, dependientes de la rutina normal, de la vida en la calle, para quienes vivían del turismo, el consumo y el servicio, esa sensatez les conducía al pánico y la desesperación ante un incierto futuro.

Cuando contemplé la enorme noria, miré al Bigotes… y, sensatamente, le dije simplemente algo a lo que me dio la razón: La noria es como la vida, no puede dejar de girar, porque se puede oxidar y no servir para nada.