Pero, ¡cómo! ¿No teníamos ya a nuestro don Quijote, que se sabe y se tiene por encantado (no embaucado ni tonto), y que eso le bastaba para la seguridad de su conciencia y para unirse a Dulcinea (España); no lo teníamos, digo, de vuelta a casa, donde le esperan, con el alma en vilo, el ama y su sobrina?

¿Sí? Pues ¿cómo nos vienen ahora con que quieren sacarlo de allí, arrancándolo de su familia si es preciso, para probar si es contagiosa su locura?

¡Válgame Dios! ¡Y cómo se contradicen el cura y el barbero, en virtud de no sé qué ley, para romper una familia (después de haberlo reunido en jaula), alegando que está por delante la salud pública!

Ahora bien, como en “cuanto hablaba y respondía mostraba tener bonísimo entendimiento",  y sólo "venía a perder los estribos [...] en tratándose de caballería", ¿sería justo que lo tuvieran por loco mientras durase su cordura, o cuerdo mientras durase su locura? O dicho en término médicos más precisos: Mientras no tuviese síntomas de enfermedad, ¿podía otra cosa que estar sano, nuestro caballero de la fe cristiana?

Es más, como “no son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos”, que dijo el Cristo, al no poder estarlo don Quijote mientras le faltasen síntomas de locura, ¿por qué habría de someterse a una prueba estando sano? ¿Cómo sabe una prueba, si no lo prueba antes por sí misma y sin mediación de los profesionales que hacen uso de ellas, que el que aparenta estar sano está en realidad enfermo? De libro: No lo sabe; es la sospecha del cura y el barbero la que –cumpliendo siempre el plan de los expertos– le confiere a la prueba su capacidad de probar. Es la sospecha primero, y la capacidad de la prueba después, la que, lo quiera o no, al cambiar la vida de quien se la realiza, podría considerarse un asalto a sus derechos fundamentales, que hay que defender llegado el caso…

Por otra parte, ¿qué pueden saber el cura y el barbero, y qué confianza dan, y quién los prueba a ellos y a sus exámenes, después de haber reconocido públicamente y en nombre de la ciencia, que no tienen ni pajolera idea del mal que aqueja a don Quijote, y que encima sopesan arrancarlo de la familia, “como a la uña de la carne”, como hicieron al Cid con su destierro?” Quiera Dios que no haga falta y pase, -cada cual en su casa y Dios en la de todos, como hasta ahora-, esta difícil situación que atravesamos.