Jesús Graván (Tribuna libre).- [Cartas desde mi celda: Reflexiones en cuarentena II] Os escribo un segundo artículo por la polémica desatada y la oleada de comentarios negativos que provocó mi primer artículo, porque quizás no supe expresarme bien o no supe transmitir lo que verdaderamente quería transmitir o invitar a la reflexión que pretendía, por lo que me gustaría contestar y explicarme bien.

Sólo voy a contestar a los comentarios contrarios a mi propuesta, no voy a perder ni un segundo en referirme a los comentarios despectivos y a los insultos que recibí, porque gracias a una ejemplar intervención de la redacción del periódico, que agradezco, ni siquiera los pude leer. Por encima de todo, respeto.

Me gustaría aclarar que en ningún momento mi postura es reticente al estado de alarma. Al contrario, estoy totalmente a favor de la medida adoptada por el gobierno: una medida compleja, complicada y dura que va a tener unos efectos devastadores sobre nuestra economía y sobre nuestro estado del bienestar, si no se toman las medidas económicas y sociales oportunas durante y después del estado de alarma, pero que entiendo que había que tomarla y yo la apoyo y la secundo. Así que yo también me he quedado y me quedaré en casa durante el tiempo necesario que haga falta para superar esta crisis sanitaria sin precedentes.

Lo único que yo intentaba hacer en el artículo es reflexionar sobre la sensación de falta de libertad que estaba experimentando. Algo que no creo que sólo yo haya sentido. Lo comparaba con los tiempos de postguerra y guerra, porque creo que no hemos vivido algo igual (en cuanto a pérdida de libertades se refiere) durante la democracia. Y durante estos días, aunque muy de lejos, porque sigue sin tener comparación, tanto control policial y sobre todo la presencia del ejército en las calles, me habían recordado a lo que he visto o leído sobre la guerra, porque está claro que yo no la he vivido. Y dije, y vuelvo a decir, que no me parece mal que el ejército esté en las calles para realizar las labores humanitarias que están realizando de desinfección o de ayuda a los/as que lo necesiten; al contrario, me parece una labor encomiable, pero que no me parecía bien que ejerciera también labores de control, porque para eso ya están la policía y la Guardia Civil. Y lo pensaba, sobre todo, para que no se produjeran abusos de poder o autoritarismos por parte del estado. Eso es en lo que, según mi opinión, no puede acabar pasando.

Para mí, el deporte, siempre ha sido liberador, porque normalmente siempre estoy sometido a mucho estrés de trabajo y por eso hacía esa petición o sugerencia de: “Al menos poder salir a correr”, basándome en que Francia, Italia, Reino Unido y Bélgica también han decretado el estado de alarma, al igual que España y se hace esta excepción de salir a correr, porque los expertos sanitarios de esos países lo consideran incluso saludable, si se hace en solitario y con los medios de prevención necesarios. Pero no lo decía sólo por mí, evidentemente, lo hacía también pensando en todos esos deportistas profesionales (sobre todo por los más humildes) para los que literalmente su pan depende de su estado físico.

Dicho todo esto, reconozco que me equivoqué en poner el centro de atención o el foco en algo que en realidad no es tan importante, cuando han muerto miles de personas (4.151 personas ya); hay millones que todavía siguen exponiéndose al contagio porque no tienen más remedio que ir a trabajar, algunos/as para salvarnos literalmente la vida o para que podamos comer, otros porque no se ha decretado la paralización total de la actividad laboral dejando sólo lo esencial, como la situación actual creo que así lo requiere y tienen que seguir yendo a trabajar por miedo a quedarse en paro y sin las medidas necesarias de prevención porque no llegan (¿para cuándo las mascarillas, los test y los respiradores prometidos?); también hay muchas personas que ni siquiera tienen una casa donde quedarse y cumplir la cuarentena, o incluso hay ya muchas otras que se han quedado en paro y no saben cuándo van a poder recuperar su trabajo (o duermen con la incertidumbre de que a lo mejor no lo recuperan); muchas pequeñas y medianas empresas que han tenido que cerrar y muchas personas sin recursos económicos que no saben si van a llegar a tiempo las medidas prometidas por el gobierno para hacer frente a estos duros meses y que no saben ni siquiera cómo van a poder pagar el alquiler de su vivienda este mes o alimentar a sus hijos/as. Esa es la dura realidad en la que hay que poner el foco y el centro de atención en estos días tan duros de confinamiento y en los que ahondaré en próximos artículos, porque son lo que verdaderamente importa.

Leí también un comentario a mi anterior artículo que me criticaba por el título. Decía algo así como: “Desde tu celda, dirás desde tu casa…” como diciendo que soy afortunado por no estar en una celda. Y es verdad, soy afortunado, pero por si esa u otras personas no lo sabían, el título es una comparación, por un lado; y por otro, una referencia a la obra de Gustavo Adolfo Bécquer: “Cartas desde mi celda”. Me gustaría terminar con una cita suya: “Cuando sopla el cierzo, cae la nieve, o azota la lluvia los vidrios del balcón de mi celda, corro a buscar la claridad rojiza y alegre de la llama…” Corramos todos/as los/as que podamos a buscar esa alegre llama, esa claridad rojiza allá donde la encontremos en estos días de encierro.

Ojalá todo esto acabe pronto y nuestros políticos (con sus acuerdos y su trabajo) nos faciliten un paraguas grande para que toda esa nieve o lluvia provocada por el virus no acabe sobre nuestras cabezas.

¡Salud y fuerza para todos/as!