Antes de partir hacia Grazalema para conseguir la paz y el sosiego que en estos días escasean en El Puerto con la motorada, leo la mala noticia que ya vaticiné allá por el mes de marzo, y no es otra que el preocupante estado de la estructura de la plaza de toros de El Puerto. Parece ser que en estos días, el gobierno de El Puerto va a contratar de manera urgente las obras de consolidación necesarias para poder abrir el coso, aunque me huele que no es más que un anuncio electoralista, pues tiempo han tenido los políticos de coger el toro por los cuernos, y actuar con premura y diligencia, en vez de escurrir el bulto como han hecho hasta ahora. Pero lo que más tiene que alarmar a los aficionados son las declaraciones del empresario de la plaza Juan Reverte, quien vaticina un oscuro horizonte sobre la organización de festejos en 2019. Se ve que el promotor taurino ha hallado la excusa perfecta para seguir tomando el pelo a esta afición, con reiterados incumplimientos del contrato firmado, y sorteando los numerosos anuncios de expedientes de sanción promovidos por el ayuntamiento pero sobre los que no sabemos nada. Y quién sabe si al final hasta va a pedir una indemnización por no poder celebrar los espectáculos. A poco que estén espabilados los de su gabinete jurídico, le sacan los cuartos a los portuenses.
Uno que ya tiene sus años y ha vivido lo suyo, no puede evitar encontrar relación entre lo que le sucede a la plaza de El Puerto y el triste final del coso de la capital víctima de la piqueta tras permanecer unos años cerrada. Dicen que poca gente quería ir a la plaza de Cádiz, porque sirvió de paredón de fusilamientos durante la guerra civil. Pero es que, la motonave Adriano III también ha sido víctima de la ruina, otro de los símbolos taurinos de la bahía, puesto que era uno de los medios de transporte más usados en los años 60 para que los aficionados acudieran a los toros en El Puerto. ¡Qué más le puede pasar a El Puerto!
El anuncio del comienzo inminente de las obras no sería creíble si no hubiese elecciones a la vuelta de la esquina. No obstante nos quedan días de incertidumbre pues ya sabemos cómo son las cosas de palacio. Además, tampoco se ha hecho público el informe técnico que determina las patologías que hay en el edificio. Entretanto, muchas cuestiones quedan en el aire, pues para ejecutar una obra se necesita suministro eléctrico, y la plaza de toros tiene cortada la luz desde hace meses. Ya se ve que eso de pagar no lo llevan bien el señor Encina y sus correligionarios. No hay más que recordar el famoso desayuno ibérico que dejaron colgado en el bar Sol y Sombra. Ahora le ha tocado a la compañía eléctrica, pero con Endesa se han topado.
Estamos a 2 de mayo, fecha en que se conmemora el levantamiento popular de los madrileños contra las tropas francesas. Sorprende la apatía de las peñas y aficionados que ya van tarde para manifestarse a las puertas del ayuntamiento. Pero también harían bien los hosteleros del entorno quienes verán mermados sus ingresos en caso de no celebrarse espectáculos taurinos. No se deben permitir más atropellos contra el patrimonio, la hostelería, la fiesta, la tradición, y la dignidad de este pueblo. Los portuenses se han conformado con el trueque del vaporcito por el barco varado en La Puntilla, pero no tienen por qué resignarse a ver toros en una portátil. Ya sucedió en Cádiz, y ya se sabe que la historia tiende a repetirse. Deseo y espero que todo se encauce y termine bien. En un país serio, alguien debería de dimitir por vergüenza torera. Aunque sea por respeto a la memoria de Joselito el Gallo. Eso también es memoria histórica señor Encina.