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Resulta difícil hacer una semblanza breve a tamaña figura de nuestra historia como Santa Teresa. Pero para centrar la temática, que quedará explicada en las películas que trataré, de hacerlo.

Teresa nació en Ávila el 28 de marzo de 1515 y siendo una joven de dieciocho años, entra en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años, emprende una nueva vida cuya divisa será: «O sufrir o morir». Es entonces cuando funda el convento de San José de Ávila, primero de los quince Carmelos que establecerá en España.

Junto a San Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus escritos son un modelo en los caminos de la plegaria y de la perfección. Murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582.

El 27 de septiembre de 1970, el Papa Pablo VI nombró a Santa Teresa de Jesús como la primera mujer Doctora de la Iglesia.

Hablo a renglón seguido del estreno: Teresa (2023), de P. Ortiz; y de la serie de TV de 1984: Teresa de Jesús, de J. Molina.

TERESA (2023). Comienza esta cinta de Paula Ortiz con imágenes de la santa de Ávila en su infancia con pájaros, agua, luz, comienzo naturalista donde están los sueños de Teresa en su niñez y en su adolescencia, cuando aparece el conocimiento del cuerpo, de la sensualidad, también la enfermedad y la resurrección, la joven Teresa interpretada por Greta Fernández.

Pero están también las pruebas, cuánto ha de pasar la santa para mantener su lugar del “vivir sin vivir en mi”, de aquella que espera tan alta vida: “que muero porque no muero”. Una Teresa que espera cargada de paciencia, puesta la mirada en Cristo, al inquisidor.

Sabe la santa que, de esa visita, de la actitud, del testimonio y de las palabras del inquisidor dependerá su futuro. Un futuro que ella anhela sirva para seguir gozando de un espacio interior de recogimiento, de un espacio físico acorde para continuar su vida de oración y libertad. El filme es adaptación de la obra de teatro La lengua en pedazos de Juan Mayorga, obra basada en el Libro de la Vida, de Teresa de Jesús.

La directora Paula Ortiz lleva a buen término una empresa arriesgada no apta para cualquier público, un filme tan elevado en lo espiritual, como bello en lo cinematográfico. Está conducido por un guion de la propia Ortiz junto a Javier García Arredondo, adaptando la obra teatral de Mayorga, obra que le valió al dramaturgo el Premio Nacional de Literatura Dramática.

La acción se desenvuelve en la cocina del convento de San José, primera de las fundaciones de Teresa. Mayorga explica: Un ser a contracorriente en nuestro propio tiempo, por eso resulta tan fascinante: porque, al tiempo que nos atrae, nos es extraña. (…) Y asombra una palabra tan violentamente hermosa cuando habla de su cuerpo herido como cuando pinta ángeles o infiernos”.

En esa cocina se produce un choque de titanes, el combate de la mujer reformadora, con un hombre de Iglesia en el más estricto y severo sentido. Es el Inquisidor, que tiene el propósito de clausurar el convento de San José y para que Teresa regrese a la ortodoxia del Carmelo.

Es un combate de fe, de integridad, un combate teológico, también político y personal. Teresa enfrenta con su fe y sus sólidas convicciones y experiencias místicas, los argumentos y amenazas del Inquisidor. Afirma que Dios se le aparece y le habla. Su contraparte hace por desacreditar esas visiones como productos ilusorios.

Teresa propone dudar, pues al prójimo hay que persuadirlo desde la propia naturaleza humana que es por definición insegura. No pretende imponerse, sino volcar su humanidad para darse a buenas al otro.

Teresa explica que se fue al convento por ser este un espacio sin jerarquías, donde nadie trabaja para nadie y todo es de todas. Así es como la mística consigue que las hermanas de su convento sean unas mujeres unidas, incluso contra el patriarcado del Vaticano. El Inquisidor ve que esa mujer, aunque dubitativa, tiene enorme talla y fuerza, y acusa a la santa de haber lanzado una guerra contra el mundo.

El reparto es de auténtico lujo, con una Blanca Portillo inconmensurable que encarna a la religiosa, la literata y la mística que fue Teresa de Ávila; Asier Etxeandea sensacional como un inquisidor nada tópico, que no odia a Teresa, solo sospecha de ella y anhela cambiarla. Acompañando Greta Fernández (Teresa niña), Ainet Jounou, Cosuelo Trujillo o Uko Olazabal.

Tiene una intensa música de Juamma Latorre que llena el convento y la pantalla de notas que suben y ascienden. Una fotografía apagada pero emocionante de Rafael García, mueve los cimientos de la fe y la alegría de una santa que además fue sabia y grande en lo intelectual y en lo literario.

Tenemos, que tanto el teatro de Mayorga, como el cine de Paula Ortiz, tienen dos ideas comunes, y en torno a ellas han ido configurando sus lineamientos artísticos y sus carreras: el encuentro con el otro y la relación del pasado y el presente.

Ortiz se afirma en el artificio. Su objetivo es explorar una figura inasible, prácticamente incognoscible, si no es con los ojos de la fe. Palabra recitada. Buscando lo excelso y elevado en el montaje, el sonido, las visiones poéticas, los estudiados planos buscando lo excelso. Un imaginario de lo sagrado. Sirve todo para envolver en elementos propiamente cinematográficos un texto austero regado por la poética de Ortiz, una poesía penetrante y vehemente.

 

Nos muestra Paula Ortiz Paula Ortiz visiones del mundo y de la vida en el siglo XVI, que aún hoy perduran. Frente a las afirmaciones apodícticas y dogmas, la duda, la apertura de otras opciones y alternativas. Además, en la fragilidad que acompaña a la duda, está la fuerza de una mujer que extrajo del encierro y la clausura una defensa para las mujeres. Sus votos no eran dóciles, eran oposición frente al matrimonio y la prevalencia del hombre.

Hay precisión en los encuadres, en los cambios de clima, en las secuencias, una cámara atenta a la interpretación, al gesto, a la insinuación, un trabajo fino cinematográficamente hablando.

Pero quizá, por un exceso de figuras, símbolos y retórica Teresa pierde filo e incluso santidad por momentos duro duelo dialéctico con el inquisidor, duelo que en más de una ocasión se enroca y se enrosca en posiciones poco esperadas para una figura como la de Teresa de Ávila. Una pugna excesiva a veces.

Por eso, desde mi manera de ver, el filme, al que cabe ensalzarlo por las razones expuestas y porque, sin más, es una película muy interesante, sorprende un tanto en su intensidad y enfrentamiento, lo cual no condice con la poética de Santa Teresa, con su vida mística, con su existencia de riesgo espiritual, de valentía y de figura cimera en lo intelectual.

Publicado en Encadenados

 

TERESA DE JESÚS (1984). Dirigida por Josefina Molina, la serie para TV está basada en la película Teresa de Jesús que Juan de Orduña había dirigido en 1961.  Se trata de un retrato apasionante de la vida de Santa Teresa, monja carmelita y descendiente de judíos conversos.

La serie de ocho episodios nos sumerge con gran rigor histórico, nos sumerge en la reforma de la Orden y nos presenta a una mujer con una energía impresionante y una seguridad en la búsqueda de su camino interior.

Verdaderamente no es realmente importante que sea católica o de cualquier otra religión, lo que importa es la verdad que hay en ella y la fuerza humana tan poderosa y positiva para luchar en tiempos de un país ignorante y lleno de supersticiones. La Inquisición también desempeña un papel importante en este contexto histórico.

Tiene un guion escrito por nombrados autores como Guion Carmen Martín Gaite, Víctor García de la Concha y la propia Josefa Molina. Meritoria fotografía de Francisco Fraile y una excelente la música de José Nieto y Alejandro Massó.

Un reparto de lujo en el cual destacan, además de la Velasco, Francisco Rabal, Héctor Alterio, Patricia Adriani, Tony Isbert, María Massip o Emilio Gutiérrez Caba. Pero el campanazo lo dio la interpretación de la Velasco en el papel de Teresa. A pesar de haber sido conocida por sus películas más ligeras y comerciales, aquí Concha demostraría la enorme vis dramática que poseía y su enorme talento al dar vida a un personaje lleno de escollos y detalles.

Su actuación es tan mimética que uno duda si realmente es la actriz o el personaje en cuestión. La serie recibiría el aplauso de la audiencia y la crítica y Concha Velasco fue galardonada con diversos premios que la recocían como una de nuestras mejores actrices.

Es toda una joya televisiva que vale la pena ver, independientemente de las ideas religiosas que se tengan. Su enfoque auténtico la distingue de otras producciones sobre santos o personajes ilustres.

Una obra maestra sobre una mujer grande de nuestra historia como pensadora, mujer católica y poeta mística. En sus escritos nos dejó uno de los testimonios más apasionantes del siglo XVI.

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