
“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.
Quiero anticipar a los aficionados a las carreras de coches y en particular a la Fórmula 1, que en entregas anteriores ya he tratado esta temática. Por ejemplo, Carreras de coches (Le Mans'66 (2019) y Rush (2013); Gran turismo (2013) o Ferrari (2023).
En la entrega de hoy me refiero al último gran estreno: F1. La película (2025), de J. Kosinski; y a un clásico: Grand Prix (1966), de J. Frankenheimer.
F1: LA PELÍCULA (2025). Sonny Hayes (Pitt) fue uno de los corredores más grandes de la Fórmula 1 en la década de 1990 hasta que un accidente casi acaba con su vida y con su carrera. Pero Sonny sigue siendo competitivo, acaba de ganar las 24 Horas de Daytona.
Después de tres décadas, Ruben Cervantes (Bardem) contacta con Hayes, su antiguo compañero; Rubén es propietario de un equipo de Fórmula 1 en apuros, al borde de la quiebra.
Rubén convence a Sonny para volver a la F1 para salvar al equipo. El piloto de su escudería es un piloto novato, Joshua “Noah” Pearce (Idris), que comete errores que Sonny tiene que limar haciendo de tutor. Noah necesita un maestro que canalice el ímpetu joven.
Al principio hay enfrentamientos y reproches entre los pilotos. No tarda en darse cuenta la directora técnica del equipo, Kate McKenna (Condon), que Sonny tiene posibilidades, incluso hacer pódium. Pero Sonny es una persona libre poco sujeto a normas, un tipo inteligente, descarado y capaz.
Es también un piloto experimentado, con mucho recorrido y refractario a los embelecos del dinero y a la adulación.
En fin, que Sonny, después de algunos tropiezos y fallas, por fin, al final, acaba por ganar en Abu Dabi, y salva de la debacle económica y deportiva a su amigo. Pero permanece en las carreras, lo lleva en la sangre, esta vez en un evento de la Baja 1000 en México.
La Fórmula 1 en vivo
En la F1 los pilotos compiten por apenas una décima de segundo. El director Joseph Kosinki ha comprendido la emoción de esta tensión por el milisegundo en la pista, y eso, entre otras, es lo que hace que esta cinta sea tan emocionante.
Pero tiene algo diferente a otras obras del género: la manera impresionante en que Kosinki entrelaza la realidad de la F1, con la ficción. Colaborando con su guionista Ehren Kruger, y el director de fotografía Claudio Miranda, el director da forma a una aventura de alto octanaje sobre el regreso a la parrilla de salida de un veterano piloto.
Las ventajas de la madurez
La cinta es una apología en defensa de un piloto maduro, casi de la tercera edad. Una persona que sabe más por viejo que por diablo. El filme también es una defensa de las segundas oportunidades. De no descartar los valores que la veteranía encierra. De modo que esto gustará a muchos espectadores.
Como me gustó a mí, porque socialmente se conocen mal las posibilidades de la vida adulta mayor (prejuicios “viejistas”), porque se oye frecuentemente que los mayores son decadentes o poco capaces. La película lleva el mensaje de que algunas segundas partes sí pueden lograr superar a sus predecesoras.
Dato curioso es la presencia unos segundos de Fernando Alonso en la película, el piloto de 43 años, bicampeón del mundo, que continúa puntuando para Aston Martin.
Reparto y verismo
Formidable elenco, liderado por un excelente Brad Pitt, junto a un estupendo Javier Bardem, un convincente Damson Idris, una eficiente Kerry Condon, y más: Tobias Menzies, Sarah Niles, Kim Bodria y otros.
Todos filmaron, junto con el equipo durante 18 meses en más de una docena de Grandes Premios reales de F1: Silverstone, Spa-Francorchamps, Hungaroring, Las Vegas o Yas Marina, en Abu Dabi. Lo que pasa es que se aprovecha el ambiente real de cada gran premio.
Para dar más verosimilitud hay una gran cantidad de cameos, algunos muy evidentes, pilotos de talla como Lewis Hamilton (que es también productor), Carlos Sainz o Max Verstappen.
Hay escenas en los que el espectador se puede sentir en el auto, sensación que traduce los sentimientos evocados por la proximidad a la ultra velocidad de más de trescientos Km/h en curvas o cambios de rasante imposibles.
En medio de la F1
Es obra de pura velocidad y realismo absoluto. Como se rodó grandes Premios, el equipo de la película se amoldaba a las rutinas de la competición real, trabajando con la presión añadida de no entorpecer la carrera.
Hay "locura", referida al caos y la intensidad del entorno de las carreras. Hay mucha energía puesta en la necesidad de estar constantemente alerta y preparado para grabar las escenas.
Alonso, tras haber visionado el filme destacó un trabajo que se parecía mucho a la realidad de la competencia. «Fue una película muy buena y en realidad representa bastante bien lo que tenemos dentro del “paddock”, los equipos y los pilotos».
Algunas conclusiones
Esta película es una excelente "blockbuster" vibrante, visualmente intensa y diseñada para entretener. Se han gastado trescientos millones de dólares y pretende recaudar al menos seiscientos para que den los números.
Claudio Miranda se ve que tiene hambre de Oscar con una fotografía impecable que transmite toda la velocidad de la competición, sin sacrificar la épica de cada momento. Hans Zimmer, con una sensacional banda sonora, envuelve y lleva la acción, e incluye temas rockeros (Led Zeppelin y otros) y de rap, que funcionan muy bien.
La belleza de la cinta, el buen guion de Ehren Kruger (historia de Kosinski) y la buena dirección de Kosinski atraen lo suficiente para salir del cine con la sensación de que podríamos subir a un coche y correr en algún circuito de F1.
Se trata de una experiencia sensorial. Kosinski ya es conocido por su dominio del lenguaje visual (Top Gun: Maverick) y vuelve a apostar por una narrativa centrada en la acción y el impacto de las imágenes, quedando en segundo plano la complejidad dramática.
A quien le guste este espectáculo, querrá ver esta película en un buen cine; y, si es una sala IMAX, mejor, pues Kosinski ha filmado buena parte de la película con esa tecnología. Lo cual es un aliciente para que el público vaya al cine y deje, por unos minutos, las plataformas formato TV.
Revista ENCADENADOS
GRAND PRIX (1966). Pete Aron (Garner), un corredor del Grand Prix estadounidense es destituido de su equipo, el Jordan-BRM, por su participación en un accidente, en el cual resultó herido el corredor británico Scott Stoddard. Acaba fichando por una escudería japonesa, a la vez que mantiene una relación con la mujer de Stoddard.
Dirigida por John Frankenheimer, es considerada una de las grandes joyas del cine automovilístico. Más allá de su argumento —centrado en el drama personal y profesional de Pete Aron (Garner)—, la cinta destaca por su impresionante despliegue técnico y su valor documental sobre la Fórmula 1 de los años 60.
Los lados fuertes de la película son diversos. Por ejemplo, el realismo visual, rodada como está en circuitos como Mónaco, Monza y Spa-Francorchamps, con cámaras montadas en los coches, todo lo cual ofrece una experiencia inmersiva que aún hoy resulta impactante.
Tiene un montaje y efectos de sonido sensacionales, de hecho, ganó tres Oscar (montaje, sonido y efectos de sonido); una película que transmite la velocidad y el peligro con una intensidad pocas veces vista en el cine, sobre todo en los años sesenta.
El reparto está constituido por actores y actrices de enorme solvencia y solidez como James Garner, Yves Montand, Eva Marie Saint, Toshiro Mifune, Brian Bedford, Antonio Sabàto o Jessica Walter, encarnando personajes interesantes, en representación de los arquetipos del mundo de las carreras.
Pero también destaca un entramado amoroso, con drama romántico donde se entrelazan conflictos y tensiones personales, con la competición extrema del deporte de las carreras.
En ocasiones el director hace un planteamiento didáctico y divide en tres la pantalla. En el centro tenemos lo que ve el piloto, en el lado derecho de la pantalla vemos el juego de los pedales y en el izquierdo la palanca de cambios. Todo un goce para los aficionados…
La banda sonora del gran Maurice Jarre acompaña con elegancia las secuencias de velocidad, los momentos íntimos, y la ambientación refleja fielmente la estética sesentera, desde los monoplazas hasta la moda y el estilo de vida de los pilotos.
También, esta cinta es un documento que refleja una era en la que la Fórmula 1 era más peligrosa y arriesgada, más romántica y visceral. La película captura ese espíritu con una autenticidad que pocas producciones han igualado.
En suma, obra que trenza innovación técnica, narrativa coral y dramatismo, lo cual que concluye en una referencia obligada para amantes del cine y del automovilismo. No es meramente una película sobre carreras, es sobre todo una meditación sobre la vida a toda velocidad.