Casi sin despedirme, me vi obligado a pasar una larga temporada, cosa que no fue de mi agrado, en mi ciudad de origen, que no de corazón. Sin embargo, cuando bajé del avión y sentí la luminosidad de estas tierras, mi corazón volvió a descansar.

Aún no sabía si mi antigua casa estaría disponible, aún no sabía si mis viejos amigos seguirían esperándome.

Mientras el taxi me acercaba a mi tierra, de nuevo, mi cabeza bullía en pensamientos. Casi por inercia le había dicho al taxista que me dejara en la zona del mercado, aún era temprano, y posiblemente allí encontraría a alguien.

Pocos minutos después, con la bolsa de viaje sobre el hombro, y la chaqueta sobre el antebrazo, pues aquí sobraba, dirigí mis vacilantes pasos hacia Los Pepes. Los olores me eran familiares y acogedores, y observé que un nuevo bar ocupaba aquella esquina junto a la tienda de ropa. Nada y todo había cambiado.



Siguiendo la costumbre entré por la puerta principal, me detuve, oteé la barra, camareros nuevos, pero el que hacia el café seguía allí. De pronto, ocupando la esquina, el “Bigotes” estaba ojeando el periódico.

La poco afectiva llamada de atención, que hoy se consideraría homófoba, pero que según quién, a quién, cómo y cuándo se diga, es de las más cariñosas de las expresiones. Como era de esperar nos fundimos en un abrazo.

Pronto empezaron las confidencias, y me enteré de que ya el anterior señor que nos atendía con su peculiar humor no estaba, ahora era su hijo, al que también conocíamos el que al parecer estaba al mando.

Como la vida misma, El Puerto había cambiado, pero no en esencia, sus gentes habían evolucionado, y algunas habían marchado para siempre, y mientras saboreaba el café, me ponía al día de cuestiones políticas, sociales y chismorreicas.

Repasé con la mirada mi entorno y sonreí… por consejo de mi cicerone decidí alojarme en el hotel que había al lado de mi bar de referencia, ya más tranquilo buscaría a mi antiguo casero para ver si aquel coqueto y escandaloso piso seguía libre, ahora ya nada me unía a mi antigua vida, quizás sería mejor buscar algo más estable, o no.

Comenzaba una nueva aventura, y por palabras de mi mosca, había muchísimas e interesantes novedades. Había vuelto.