Ruslan Hrytsyshyn es un ucraniano afincado en El Puerto desde hace años y regenta un establecimiento conocido como El Capricho en la avenida Pintor Antonio Fernández Sevilla, que asegura, con el temor presente en la voz que, si el gobierno de su país lo requiere para luchar contra el ejército ruso, “me voy para alistarme”, porque “somos un pueblo fuerte que no tiene miedo a nada”.
Este ucraniano comparte el sentir de otros muchos compatriotas repartidos por todo el estado español, que llegaron a España buscando un lugar mejor para vivir, pero que sienten los colores de su bandera, y temen por sus compañeros, familiares, amigos o conocidos. “Tengo una vida aquí”, está asentado en una localidad que considera muy abierta, conciliadora y solidaria, pero “la cabeza la tengo allí cada día, es inevitable”, admite.
Ruslan tiene a su madre y su tío en El Puerto con él, pero en cambio, en una ciudad cercana a Polonia se encuentran su hermana, su cuñado, y su sobrino, un niño pequeño que no tendría por qué vivir el horror de la guerra que comenzara hace casi una semana en el corazón del país ucraniano. Por tanto, tiene el corazón dividido, entre la tranquilidad que le da que parte de su familia esté aquí, y la sensación de peligro por su hermana y su familia.
A pesar del dolor que sufre, y el desgarro que supone la sensación de no poder hacer nada para combatir al ejército ruso desde El Puerto, a miles de kilómetros, Ruslan y la comunidad ucraniana afincada en la localidad, han montado una campaña de envío de material sanitario, alimentos u otros utensilios necesarios, que se ha fijado en su establecimiento, en El Capricho, al que puede acudir cualquier ciudadano que quiera aportar su granito de arena, porque como bien afirma Ruslan, toda ayuda es poca y cada aportación, cuenta.
Hasta el momento “ha habido una respuesta positiva de la población portuense”, por lo tanto, ya han podido hacer algún envío a Ucrania. Con todo, sigue haciendo un llamamiento a los ciudadanos para que sigan aportando aquello que puedan, dentro de sus posibilidades, porque el pueblo ucraniano necesita del apoyo de todos los europeos.
La incertidumbre, sin duda, es la peor compañera de Ruslan, puesto que “no sabemos qué pasará mañana”. Además, relata con pesar que “mi hermana me dice que todo está bien, es positiva, me cuenta que no tiene miedo, pero yo estoy muy preocupado”. De hecho, sospecha que “ella tiene miedo, pero no lo dice. Con todo, tenemos esperanzas porque ella está cerca de Polonia y podría ser evacuada hacia España, pero no quiere, porque entiende que si todo el mundo se va de Ucrania, quién se queda a defender a nuestro país”.
Ruslan sintió un pellizco en el estómago el pasado 24 de febrero, a las 6.00 de la mañana, “cuando mi hermana me llamó por Facebook, para decirme que todo había empezado, pero no lo esperábamos, a pesar de las noticias existentes”.
Por ello, desde el pasado día 24 “estoy muy atento a las noticias, y a cualquier llamada o mensaje de mi hermana, y aunque tengo poco tiempo, porque tengo que atender mi negocio, empaquetar toda la ayuda que llega a la tienda, intento hablar con gente que está allí para saber en qué podemos ayudar, y para mantener una comunidad entre los que estamos tan lejos”, explica. En resumen, indica que “mi mente está en Ucrania”.
El temor diario es “que Rusia se haga con la región y que haya muchas bajas de civiles. No esperábamos esta ofensiva tan pronto”, asegura.
Lo que más asusta a Ruslan es ver todos los días las imágenes en los medios de comunicación que muestran a los civiles en los búnker, a los niños paralizados de temor y sin poder hacer sus vidas con normalidad, que no puedan jugar con otros niños, la incertidumbre de la población general y los muertos que deja este combate en las calles.
El principal miedo es “el genocidio que ha planteado Rusia. Vivimos en 2022, un tiempo en el que la libertad de expresión y las libertades hacen impensable que la única salida sea matar y no dialogar. Pero con Putin no se puede hablar, es un loco”. En cuanto a los rusos que salen a la calle a denunciar esta situación, les da las gracias, pero también lamenta que tenga que haber otros tantos que tengan miedo a hacerlo por las represalias.