Ha pasado el tiempo de la angustia, la esperanza comienza a verse en el horizonte, y muchos son los que afrontan el futuro olvidando lo ocurrido. Otros dejándose llevar luchan por entender y comprender normas e imposiciones.

Mientras, las mañanas parecen llenarse de alegría, el miedo ha dejado paso a cierta normalidad, y las tiendas abiertas dan color a unos días inciertos.

Nuestro mundo comienza a dividirse en dos, por un lado aquellos que tienen asegurado, de momento, el sueldo cada primero de mes, y para los cuales mantener confinamientos y restricciones no les merma o preocupa en exceso, prefiriendo la continuidad de una situación para asegurarnos la salud.

Por otro lado, una amplia población se desespera cada mañana por un futuro incierto, negocios cerrados, ERTES impagados, contratos no renovados, falta de clientes… todos muy preocupados por salir adelante.

Son tiempos de emociones encontradas en las que todos llevan razón, en las que cada cual prioriza una postura frente a otra. Emociones que se tensan cada día más, dejando a flor de piel la desesperación por un contagio o una ruina… difícil conciliación sin empatizar posturas, incomprensión de parte a parte de España en donde sin razón ni motivo defendemos posturas comprensibles y reconciliables pero que se enconan azuzadas por un panorama político que, como un monstruo fagocitador, se alimenta, crece y subsiste gracias al enfrentamiento de los ciudadanos.

Tiempo de emociones en donde parece que la brecha existente se dilata cada día más. Emociones que se reflejan cuando a las nueve de la noche la ciudad parece caer en un absurdo letargo, calles vacías, negocios cerrados, un gris que todo lo envuelve.

Es tiempo de emociones encontradas, y todas y cada una de ellas deben tener cabida y comprensión.