Sorprende que después de los días de confinamiento, el principal tema de conversación en todo el país sea la falta de suministros. A una semana de tomarse medidas, sería comprensible que la falta de previsión fuera tema de chaza, de acusaciones, de descontrol.
Pasada más de una semana, test que fallan, falta de previsión para obtener material, carencia, sanitarios con deficiencias… no es que sea muy normal. Tampoco resulta muy normal que pasada más de una semana ocupen mas portadas que los fallecidos las medidas tomadas de carácter socio político, enmascaradas en cierta bruma de medidas sociales y para paliar la crisis sanitaria. Sin embargo, lejos de eso, nos encontramos con intentos de censura, advertencias, policías en algunas ciudades más que advirtiendo sancionando.
En ocasiones, los que somos meros espectadores, y protagonistas de una historia que no dirigimos nosotros, no es que critiquemos, tampoco justificamos, no nos planteado que hubiera ocurrido de estar otro ocupando los cargos de poder, porque la realidad… es que están los que están.
Tampoco nos pagan por dar soluciones, ya que ni somos expertos ni es nuestra función. Pero como protagonistas en primera persona sí que nos surgen dudas, a no ser que, a partir de ahora, como ocurren en otros sitios, la palabra de quien manda es dogma de fe, que ni se discute, ni cuestiona, ni se explica.
Que es una crisis mundial, lo sabemos, que, por primera vez, como en las películas, afecta a todo el mundo, también lo sabemos. Que sabemos cómo actúan otros estados, lo sabemos también. Y también sabemos que a toro pasado es fácil decir que habría que haber hecho. Pero lo que no sabemos e intriga es que hacen ni porque lo hacen.
La impresión que ofrecen de quienes tenemos que fiarnos es simplemente desconcertante. Cambios de criterios (creíble porque hay que evolucionar y reconducir), lenguaje de parte de guerra, (es una pandemia, sabemos lo que es, y es una crisis sanitaria de graves consecuencias) hablar en metáforas de algo tan grave resulta ridículo; pero de todo, lo más grave es ver como empresas privadas, comunidades e incluso ayuntamientos gestionan los recursos, aparentemente, mejor que el Estado Central; lo más grave es ver a aquellos en los que supuestamente tenemos que confiar pidiendo que confiemos, al parecer, se olvidan que la confianza, el respeto, la tranquilidad y el amor, no se pueden ni pedir, ni mendigar ni imponer… simplemente o se tiene o no. Cada cual que saque sus conclusiones.