Hoy, Miércoles Santo, nos llenamos de Gracia y Esperanza, esperanza en que todo pase pronto, nos llenamos de profundidad, y alzando los brazos al cielo o la tierra, oramos, meditamos, sentimos, nos encojemos para comprender lo que está ocurriendo.
En medio del bullicio propio, ante las ideas que nos abarrotan las ideas haciéndonos comprender lo absurdo de la situación; empequeñecidos ante un problema que no tenemos en nuestras manos solucionar, nos entregamos a una extraña calma.
Los días van pasando, los momentos van dejando atrás días de los que ya nos hemos olvidado, y afrontamos el futuro incierto con la esperanza de que todo vaya a mejor.
En nuestro interior, sin embargo, intuimos que el enfrentamiento, el descontrol, las posturas encontradas, en lugar de transmitirnos tranquilidad, nos asustan y nos dejan llenos de dudas.
Son días inciertos, llenos de dudas, días en los que nos damos cuenta de que no dependemos de nosotros, días en los que otros rigen nuestros destinos. Y aun así, en días así, una extraña fuerza debe emanar de nuestro interior, recordándonos que hay una parte inmaterial, una parte impredecible que no podemos controlar, algo que nos lleva más allá de allí a donde queremos ir. Pero existe otra parte que sí dominamos, controlamos y nos pertenece. Nuestra mente debe ser fuerte, debe afrontar el futuro con esperanza, convencidos de que una gracia especial nos ayudará en el preciso momento en que luchemos para sobrevivir tras lo que ocurre.
Hoy Miércoles Santo es día de sentarse, relajarse en la medida de lo posible, y vislumbrar un futuro menos malo del que todo indica que será, porque a veces, es solo nuestra mente, alentada por el descontrol y la falsa información, la que nos lleva a ver tormentas allí donde debe reinar el Sol. Hoy Miércoles Santo, busquemos la Gracia de encontrar Esperanza a través de nuestra oración, meditación o pensamiento.