Fruto de tiempos cruentos, de guerras malditas y circunstancias muy negativas, en ocasiones asoma la cabeza una casta de militares crueles o injustos con su deber y con sus subordinados. Esas figuras, contrarias a la nobleza militar y los códigos de honor del ejército, han dado lugar a producciones cinematográficas contra el estamento militar.
Este cine antimilitarista se refleja en películas que buscan el ‘realismo’ y la crudeza de un acuartelamiento irracional o el sufrimiento y la violencia de la guerra, ordenada por mandos ambiciosos y sin escrúpulos. Son variados los directores que en algún momento de sus carreras han denunciado el dislate y la sinrazón de estos hábitos disciplinarios o de abuso del rango en los acantonamientos o en el frente, conductas fuera de toda consideración humana y claramente reprobatorias.
Sirva como dato de interés, que el cine antimilitarista no suele rodarse durante los períodos de guerra; más bien funciona como reflexión con posterioridad a la misma, y es cuando queda claramente expuesta la barbarie y brutalidad de estos abusos castrenses, pero ya desde la distancia, en perspectiva. Ocurre en películas que tratan conflictos bélicos como la I Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, Camboya, etc.
Antimilitarismo y cine
Para el análisis de esta temática he elegido a dos directores de una enorme talla, cada uno de los cuales expresa con crudeza su actitud antiantimilitar. El primero de ellos es Stanley Kubrick, del cual presento una de las más grandes películas rodadas por él y una película de referencia en la cinematografía bélica universal. Me refiero a Senderos de gloria (1957), que se desarrolla en la I Guerra Mundial y en la cual un documentado Kubrick, denuncia la inoperancia y la maldad de oficiales franceses que fueron capaces de sacrificar inútilmente a sus hombres para conseguir medallas y reconocimientos; una denuncia de la arbitrariedad de los altos mandos y la locura que obliga a los soldados a ir al matadero sin remisión y sin justificación.
La segunda película de esta entrega es otra obra cumbre de la cinematografía, dirigida por Sidney Lumet, La colina (1965), donde se subraya el carácter sádico y cruel de oficiales que gustan abusar de su posición de dominio, abriendo la brecha entre ellos y quienes tienen que obedecer bajo una disciplina impuesta despóticamente, con el único objetivo de imponerse frente al débil, haciendo uso del poder omnímodo que otorgan los galones.
SENDEROS DE GLORIA (1957). Probablemente se trata de una de las mejores películas de Stanley Kubrick, una auténtica obra maestra. Con una dirección sorprendente, Kubrick teje una historia dramática y amarga, a la vez que veraz. Se desarrolla la trama de manera trepidante y angustiosa en el transcurso de la I Guerra Mundial, en lo que fue la guerra de trincheras.
Viendo el film resulta difícil entender cómo aquellos soldados podían afrontar una muerte segura sin pestañear, sin largarse de allí por piernas. Las órdenes de los mandos eran suicidas y la brecha entre los que mandan y los que obedecen brutal; en tales circunstancias, la identidad privada de cada uno se pierde en aras a la que viene impuesta cuando se forma parte de la mera tropa. Este tema es central en esta obra. Pocas películas retratan el fragor mortífero de la guerra, una guerra donde los soldados están atrincherados como ratas, esperando una muerte segura por la orden despiadada de algún superior mezquino.
En cuanto a los actores destacan George McReady como el cínico General Mireau, papel que borda; Adolphe Menjou interpreta al despiadado General Boulard, tal vez el papel de su vida; y un siempre grande Kirk Douglas en el papel del coronel Dax. Steven Spielberg dijo que: "No hay nada más maravilloso y perfecto para definir el cine que el final de ´Senderos de gloria’, cuando la que sería futura esposa de Kubrick canta ante los soldados franceses".
Es realmente un episodio conmovedor, ver a una bonita prisionera alemana, muerta de miedo, cantar una dulce canción en el precario escenario de un Bar de campaña repleto de soldados franceses que beben y hacen burlas de ella. Pero al escuchar la melodía, los rudos soldados no tardan en romper a llorar como niños. Docenas de hombretones toscos y curtidos, que de pronto se dan cuenta del valor de la fraternidad y la demencia de estar en aquel lugar para continuar matando y muriendo. Podemos ver estas escenas finales del film, al final de las cuales informan al coronel Dax, que sus hombres deben volver al frente y éste solicita que los dejen un tiempo más, antes de … morir.
LA COLINA (1965). Dura película dirigida por Sidney Lumet y genialmente interpretada por Harry Andrews, Sean Connery y Ian Bannen, entre otros. La película se encuadra en la II Guerra Mundial. Cinco militares británicos son encarcelados en un campo militar de África padeciendo los abusos y arbitrariedades de un implacable sargento que los hace subir una vez y ciento a una colina que hay en el campo de reclusión.
En este film se mastica la crueldad del perverso sargento interpretado de manera magistral por Harry Andrews. Los reclusos, entre ellos Sean Connery, a duras penas sobreviven en un régimen disciplinario que pone en riesgo sus vidas; un simple sargento manda, ordena y hace a su antojo con los prisioneros. Durante la película, el espectador puede sentir la fatiga del brutal esfuerzo de la instrucción militar, el implacable calor, las injusticias sin límite y un reglamento militar insensato.
La historia transmite una sensación de desesperanza, donde los inocentes se ven incapaces incluso de pensar, en una prisión poderosa y reaccionaria. El vil reflejo de un ‘sistema’ que tapa su cobardía con sinrazones. Una historia sobre la alienación de los presos, sometidos de manera cruel y humillante, donde sólo son meros peones. Una tensión in crescendo y un genial Lumet que nos muestra la cara cruda y feroz de la vida militar.
Un recital de travellings, picados, contrapicados y cuantos planos se nos ocurran para meternos de lleno en una espiral de locura, castigos físicos y desesperación. Película británica cien por cien, soberbio melodrama antimilitarista.
En suma, una dura e intransigente mirada al rígido sistema de disciplina del ejército británico, basada en una obra de teatro de Ray Rigby y R.S. Allen y soberbiamente interpretada por un elenco de actores enteramente británicos, con la única excepción del afroamericano Ossie Davis, y rodada en Almería.