Desde La Pasarela.- Hay gente que parece se la ha tragado la tierra. Desaparecidos en combate, borrados del mapa de El Puerto o recluidos haciendo vida monacal. “Escondíos”. Y es que si hace justo un año hablábamos aquí de confinamientos, aplausos en los balcones y demás tristezas provocadas por el maldito virus, hoy nos preguntamos qué fue de esos que una vez te pintaron pajaritos en el aire con promesas incumplidas, o aquellos otros que se han borrado de la escena política y social de la ciudad.

Entre tanto ermitaño, retirado, y “perdío” como aquel barco del arroz, quedémonos con lo auténtico

Si el franquismo originó las “toperas” donde algunos estuvieron ocultos incluso hasta el final del régimen, la situación pandémica actual ha provocado que no vuelvas a ver a quien hasta hace poco era un asiduo del callejero portuense. Por otro lado, tampoco volverás a ver a esos beneficiarios de las puertas giratorias que ya no visitarán tu calle a mendigar votos ni por asomo pues fueron recolocados 'hábilmente' en otros organismos administrativos. Mención especial para los que dejaron la protesta callejera y la camisa de cuadros por la percha de Zara y el coche oficial. Ay, ese comunismo de salón practicado tanto por unos como por otros... Sea como fuere, son personas que una vez fueron próximas, te inundaron de esperanzas de progreso y libertades y luego volaron, se quitaron de en medio acomodados en sus urbanizaciones ajenos ya para siempre al devenir de la ciudad y sus problemas.



Antes, era cotidiano ver a fulanito o a menganito yendo a por el pan a la panadería de toda la vida pero tras el pelotazo pertinente estos mismos se han convertido en portuenses residentes que es lo más penoso. Fardan de vivir en este bello rincón de la Bahía pero difícilmente los encontrarás en la carnicería del barrio o comprando churros en Charo porque eso forma parte del hábito del populacho y no mola nada. Ahora bien, no nos podemos olvidar de los valientes, los que contra viento y marea y con la que está cayendo se las ingenian para no perderse una, esto es, los clásicos “jartibles” del bar de la esquina que a pesar de todo ahí están al pie del cañón y la tapita y la cervecita de mediodía que no puede faltar.

Entre tanto ermitaño, retirado, y “perdío” como aquel barco del arroz, quedémonos con lo auténtico, lo que significa una ráfaga de aire que refresca tu vida. Simplemente personas genuinas que con su trabajo han logrado lo que tienen a base de esfuerzo y sudor y no gracias a la política ni a pintarte un paisaje de blanco que luego te salió de negro. Están en peligro crítico de extinción.