Solemos ponerle nombre a todo, modernizar creencias, renegar de sentimientos, sentirnos más cercanos a un mundo que va a la deriva, y vivir, vivir alejados de credos, creencias o religiones.
Solemos pensar que todo tiempo pasado fue peor, retorcer la realidad, y crear fantasías absurdas en torno a lo que creen, creemos o simplemente sentimos. Pensamos estar por encima de verdades absolutas, y creemos a historias de hace más de tres mil años, dando por sentado que Tartessos existió. Pensamos y admiramos a héroes de la antigüedad de los que solo nos llegan retazos inventados que damos por realidades irrefutables.
Llegamos al convencimiento de las virtudes de Dido y Eneas. No discutimos la verdadera fe de quienes inventaron su historia en los desiertos, y alabamos las costumbres de aquellos a los que solo nos une la humanidad de nuestros sentimientos. Y al final del camino, aquello que sentimos, aquello que está pegado a nuestros sentimientos y tradiciones no son más que fabulas. Caemos en la mediocridad del absurdo, y cuando nos damos cuenta, tan solo sentimos vergüenza de aquello en lo que creemos y sabemos, ridiculizamos a quienes sienten lo que nosotros sentimos, sin respetar más que a los que nos ridiculizan.
Usamos nuestra propia verdad en nuestra contra para avergonzar a quienes comen de nuestro mismo plato, embelesándonos con carneros de oro en aras de contentar a quienes solo quieren nuestra destrucción. Entonces, nos damos cuenta de que nuestra fe, nuestras tradiciones, y el mismo Dios en la forma que nosotros entendemos, es tan real, valido y fuerte como cualquier otro.
En estos días vuelven las coronas de espinas, los fariseos, las traiciones, los rencores y la maldad… vuelve a oscurecerse el cielo con las falsas promesas de quienes se ríen para caer de rodillas ante quien es tan real como cualquier personaje histórico. Hoy es tiempo de muerte y respeto, y hoy, como ayer, como siempre, como mañana, no faltará quien escupa a la cara de su propia FE.
Desde el mayor de los respetos, sonrío ante quienes dicen que no creen, ante quienes no tienen cielo al que mirar… ante quienes prefieren felicitar al extraño por congraciarse con un mundo que prefiere volver la cara a la realidad. No sabemos que es verdad o que no, no podemos estar seguros de nada, y quizás en estos días muchos de los que escupen a la cruz, en su soledad, se lamenten de no saber a qué abrazarse, a pesar de saber que la vida es igual que la Pasión y la Resurrección, un camino bello lleno de penurias, lleno de paz y amor, en el que es más fácil reírse del que cae de rodillas o te brinda su ayuda que tomar la cruz y seguir adelante. Son tiempos de muerte y resurrección, son tiempos de respeto y de aguantar a quienes nada respetan… son tiempos de Fe.