La Navidad va llegando. Estamos ya en el primer tercio de noviembre y queda menos de un mes para empezar a criticar la falta de previsión del Ayuntamiento. Pero, dada la que parece una previsión razonable, ahora la crítica es otra.
Normalmente, para el montaje de todo el alumbrado de la ciudad, por completo, se necesitan diez días. Sumados a los imprevistos, son casi quince días mínimos de montaje de unas estructuras inútiles, costosas y que podrían servir, como siempre ha hecho la izquierda, para alimentar a los patitos del polígono o crear bolsas de caridad. Lejos de eso, la derecha se dedica a malgastar el dinero de los portuenses montando estructuras absurdas que ofenden, sobre todo, a la abrumadora mayoría de hermanos musulmanes, asiáticos y ateos.
Aun así, con las Navidades a las puertas, llegamos a unas fechas que para muchos no es la ilusión de los niños, que por suerte aún no han sido envenenados por el odio sectario. Tampoco son las fechas de la reconciliación, porque para algunos es una falacia capitalista. Sin embargo, viendo las luces, no puedo dejar de pensar que, al menos durante un espacio de tiempo, muchos se llenan de ilusión, da igual la edad que tengan, o recuerdan a los que no están. Y aunque sea por unos días, merece la pena sentir algo. Merece la pena observar la cara de ilusión, ilusión aunque sea por los regalos materiales, pero ilusión.
Nadie pone en duda que vivimos en un mundo lleno de falsedad, y aun así llegan días en los que no se tira la toalla. Las diferencias sociales marcan la forma de vivirlas, y no es la misma ilusión la de unos que la de otros. Claro que llegan días felices y tristes, para algunos más que para otros, pues siendo fechas señaladas las pérdidas, las partidas, la marcha de seres queridos en estos días se sienten más. No por falsedad, sino porque son fechas muy marcadas.
En su día viví la suerte de pasar las fiestas con un ser querido que se marchó junto al árbol desmontado, y actualmente tengo todas las papeletas compradas, como en un sorteo de Navidad, para no tener ganas de montar el árbol. Cada caso es un mundo, cada Navidad es especial, y cada cual la vive como piensa, como quiere y como puede. Todas las opciones están en el bombo, y todas merecen un respeto… menos la de los hijos de puta que se empeñan en amargársela a todos los que tienen ilusión, criticando, blasfemando y tratando de enlodar la ilusión de quienes no piensan como él.
Llega la Navidad y, de corazón, aunque sea una frase hecha: feliz pretemporada de Navidad. Preparadla con ilusión, disfrutad pensando en lo que viene, y al que no le guste y pretenda amargarla o amargarse por hacer campaña preparada, podéis ir a la Venta El Pollo, que está más cerca que la otra, así llegáis antes.











