“Nuestra harina El Vaporcito siempre apoya la cultura, el deporte y el arte”.

La historia y circunstancias que rodearon a Miguel de Cervantes Saavedra están sólo medianamente documentadas y desde luego, no es objeto de estas líneas ahondar en ellas. Alguien interesado puede consultar para empezar este enlace.

Lo cierto es que Cervantes nunca tuvo un reconocimiento en su época como el que hoy se le concede. De hecho, su obra y su novela sin par Don Quijote de la Mancha, publicada en dos partes (1605 y 1615), no fue reconocida en toda su extensión hasta el siglo XVII. Y como lector empedernido de esta obra, la recomiendo a quien quiera conocer a Cervantes, nada como leer este único y genial libro para adentrarse en el alma de su autor.

Pero ahora, lo que nos importa es que se ha estrenado una película sobre Don Miguel y que con anterioridad y hubo algunas otras que, vistas hoy, son piezas de valor para para ser visionadas y comparar unas con otras.

Me refiero en estas líneas de: El cautivo (2025), de A. Amenábar; la serie para TV Cervantes (1981), de A. Ungría; y Cervantes (1968), de V. Sherman.

EL CAUTIVO (2025). Estamos en el año 1575, cuando un joven soldado, Miguel de Cervantes (bien Julio Peña), es hecho prisionero por corsarios árabes y llevado a Argel como rehén. Allí le espera un cruel confinamiento y tal vez muerte, lo cual que su familia no paga su rescate en fecha ni en cantidad.

Miguel encontrará refugio en su pasión por contar historias. Sus relatos atractivos e incluso fascinantes les dan esperanza y consuelo a sus compañeros de prisión. Esta cualidad será escuchada por el misterioso y temido Bajá de Argel, con el que comienza a desarrollar una extraña amistad.

Mientras los conflictos crecen entre sus colegas prisioneros, Miguel, llevado por su inquebrantable optimismo, empieza a pergeñar un plan de fuga arriesgado.

El director y guionista ha optado por explicitar, voz en off por medio de dos narradores. De una parte, la historia se fundamenta en las palabras del padre Antonio de Sosa (muy acertado Miguel Rellán), un cautivo veterano que es el maestro del joven Cervantes.

La dirección y el relato de Alejandro Amenábar se ciñe a las convenciones del cine carcelario, con abuso a los presos, a manos del cruel carcelero Hasan (Alessandro Borghi, un actor italiano caracterizado plan femenino, que interpreta al bajá o gobernador) o de los propios compañeros de encierro. Pero, en fin, se cuentan las duras condiciones de la cárcel y los planes de huida se suceden.

El padre Antonio instruye a su discípulo en formas de supervivencia, y también hace educación prestándole los libros de su nutrida biblioteca, aunque no se sepa bien de dónde los sacó.

A esta voz narrativa de informante, mentor y que avisa de los peligros, se une el punto de vista del propio Cervantes, joven capaz para fabular, en principio de forma oral. Sus historias inventadas sirven de entretenimiento para aguantar las amargas condiciones del cautiverio.

Es esta habilidad de Cervantes de buen contador de historias, la que llama la atención del Bajá, cuya grata y aburrida vida no tiene más que hacer que vigilar a los presos desde la celosía de las ventanas de su palacio. A partir de entonces, la cosa toma una deriva plan Sherezade entre Cervantes y su señor, que tiene empero sus desencuentros, aunque el bajá acaba muy enamorado de su esclavo. Ambos mantendrán un entusiasta romance.

Como apunta Gabriel: “Sobre estas dos voces narrativas, el director superpone, cuando le interesa, un narrador omnisciente para que nos muestre el proceso de enamoramiento entre Amo y Esclavo y que justifique las sevicias y traiciones de los prisioneros, amén de las suyas propias”.

Este diálogo de religiones y razas (cristianos-musulmanes) se expone a lo largo de la película. La idea es que hay que ser tolerante con el diferente. Amenábar defiende claramente la inclusión, tanto la religiosa como la sexual. Y a los presos se les concederá la libertad si reniegan.

También, en la película, se nos ofrece una mirada de Argel, basada en cierto orientalismo de cuento y poco creíble, al menos hoy, repleto de parejas y tríos y grupos de hombres que muestran sin recato su homosexualidad.

Para más, cuando Cervantes sale, premiado por su labor como cuenta historias, se tropieza con una barbería administrada por Abderramán (Roberto Álamo), que es un cristiano convertido al Islam por conveniencia, con un establecimiento donde se bebe alcohol, se practica el sexo entre hombres (ni una sola mujer), etc. Un antro que acaba seduciendo a Miguel, que acabará en los brazos del Bajá, en gran bañera cual odalisco, y embadurnado de aceite y esencias.

Así, el guion se extiende en explicar esta sexualidad homoerótica por la presencia de efebos árabes, que parecen transexuales de TV o revista por sus ropas y maquillajes. Incluso el pobre padre Sosa encuentra a su hijo (fruto de un pecado juvenil con una mujer) transformado en la barbería, como garzón más seductor.

La película, que tiene sus valores, me ha resultado pesada, no digo lenta, porque hay cintas lentas maravillosas e incluso poéticas. Pero esta es de diálogo prolijo (guion de Alejandro Amenábar (biografía de Miguel de Cervantes). Es de ritmo viscoso y poca agilidad narrativa.

Cervantes habría merecido una película más amena y dinámica; eso sin entrar en los palos que se lleva la Iglesia (con el malévolo cura muy bien encarnado por Fernando Tejero) y las escenas homo que me parece sobran, aunque eso no es lo esencial. Tiene sí, buena fotografía (Alex Catalán), puesta en escena y actores.

Como ha escrito el insigne Boyero: “Casi todo me resulta artificioso e inútil. Alguien certificará que está muy bien rodada ¿Y para qué serviría eso? Para estar atento a lo que ves y escuchas, para despertarme emociones. Por mi parte, ninguna”.

Por cerrar Amenábar

Un cine maduro, no se limita a adaptar la literatura: la reinterpreta y la reinventa para una nueva era de lectores y espectadores. Cuando el cine sueña la literatura, puede acercarla al presente sin desfigurarla. Pero cuando la reescribe según la idea propia, apenas consigue redactar un folleto con buena fotografía.

Cervantes merecía algo mejor. Merecía que lo contaran no como una Sherezade de opereta, sino como lo que fue y sigue siendo: el primer escritor que entendió que contar es la única forma de seguir existiendo.

 

CERVANTES (1981). Bajo la dirección de Alfonso Ungría y el protagonismo de Julián Mateos, la TVE realizó una serie biográfica sobre Cervantes de 9 capítulos que contó con 3000 extras y 110 escenarios naturales (Madrid, Cáceres, Aranjuez, Toledo, Alcalá de Henares, Granada, Pedraza, Baeza…).

La historia comienza con un Cervantes anciano, enfermo y olvidado. Un joven licenciado, admirador de su obra, intenta conseguir una pensión real para aliviar su vejez. Es a partir de este encuentro que Cervantes rememora los episodios más significativos de su vida: su participación en la batalla de Lepanto, su cautiverio en Argel, sus fracasos como recaudador, sus relaciones personales y su lucha por el reconocimiento literario.

Julián Mateos brilla en el papel protagonista, rodeado de un reparto sólido que hace creíbles tanto los grandes episodios históricos como los momentos íntimos. Un reparto estelar: Carmen Maura, Manuel Aleixandre, Chema Muñoz, Marisa Paredes, María Luisa Ponte, Josep Maria Pou, Francisco Rabal, Mario Gas, Carlos Hipólito, Agustín González, Walter Vidarte o Imanol Arias, un elenco sensacional.

El guion fue supervisado por Camilo José Cela, y la serie intentó abarcar toda la vida de Cervantes, desde su juventud hasta sus últimos días. Un Cervantes lleno de matices: valiente, irónico y obstinado. A pesar de todo, el libreto tiene errores históricos y una narrativa lenta y medianamente atractiva.

La serie se emitió en una etapa de renovación en RTVE, tras la dimisión de Adolfo Suárez y en medio de cambios políticos. El enfoque de la serie tiene una pueril lectura política que presenta a Cervantes como un "protodemócrata", algo fuera de lugar, obviamente.

 

CERVANTES (1967). Película sobre la juventud de Miguel de Cervantes (1547-1616). Coproducción europea, realizada por el director norteamericano Vincent Sherman, con figuras como Horst Buchholz o Gina Lollobrigida, Francisco Rabal, Fernando Rey, la muy bella (y malograda) Soledad Miranda (que la Lollobrigida envidiaba) o José Ferrer.

Tiene una esmerada dirección, con sentido del espectáculo, que subraya los aspectos aventureros, dejando bastante de lado el capítulo literario.

El filme tiene valores históricos, especialmente la representación de la batalla de Lepanto y el cautiverio en Argel. Sin embargo, el libreto pierde fuerza narrativa, si bien mejora conforme avanza el metraje con escenas de cierto impacto visual.

El sesgo aventurero y de espectáculo gusta a unos y a otros no, pero ya sabemos que tiene más aceptación la acción que las letras, aunque sean las letras de Cervantes, nada menos.

Buena ambientación, ritmo estupendo y unos decorados de Enrique Alarcón sensacionales (fue premiado por el círculo de escritores cinematográficos). En su momento gustó, hoy ya pertenece a un injustificado olvido.