Un año más, como siempre, la primavera comienza a desvanecerse. Nunca dos primaveras fueron iguales, y esta no ha sido la excepción. Lluvias, tormentas, sol abrasador, “Rebequitas”, vientos, mareas... la misma locura de otros años, pero que siempre definimos con esa frase que tanto repetimos: "como este año, jamás".

Se marchan el olor a cera, a fino, a rebujito, a romero, a esos primeros días de playa tan deseados, al primer sorbo de sal. Se nos marcha la fiesta anhelada, el reencuentro, un cúmulo de emociones insaciables que apenas hemos podido saborear.

También se nos van los exámenes, la campaña de la Renta, la angustia de un futuro incierto que se decide en un efímero papel. Porque, mientras unos pelean por la mejor nota, la mayoría lucha por sobrevivir en un sistema engolado y cruel, que presume de igualdad aunque premie al que mejor trepa, ya sea mono, avestruz, mula o gavilán.



En pocos días diremos adiós. Adiós a un Facebook parapolítico, que protesta lo mismo por el ruido de los tambores que por las sevillanas, por los cohetes de los romeros o por las despedidas de solteros. Dejaremos de escuchar las sabias palabras de quienes pretenden enseñarnos a vivir bajo su ridícula visión, de bota y dogma. Pero no, aquí no acaba la fiesta, ni el año, ni la diversión, ni los sabios consejos de los papás pitufo de gorro puntiagudo carmesí.

Llega el verano. Para mí —a pesar del excesivo calor, que curiosamente suele agravarse en verano (por culpa nuestra y de nuestros excesos con el medio ambiente)—, es tiempo de playa, descanso, paseos a la fresquita, conciertos, toros, veladas y ratos de cierto relax. Hay opciones para todos los gustos. El verano nos regala ese abanico: reencuentros con familia y amigos, ocio, y para algunos, la oportunidad de reponerse, de “alpacar” para lo que viene, hacer caja, llenar el granero a costa de la marabunta que se nos acerca, no ahora, sino desde siempre.

En mayor o menor medida, desde que tengo uso de razón, esta ciudad siempre fue destino de quienes vienen hasta la Patrona, y de los que vienen a pasar unos días. Y, sinceramente, sin barcos, sin viñas y sin fábricas… menos mal que tenemos turismo.

Señoras y señores: se acabó la primavera, se acabó la fiesta floral y rebosante de juventud. Llega el calor, los visitantes, la invasión, el Puro Latino y los chiringuitos para todos los gustos y horas. Llega… la angustiosa fiesta de la crítica por el cambio climático y la recreación de Dodge City, Cádiz: forasteros, temblad… Facebook será implacable.