Los alrededores del muelle de Cádiz se llenaron de gente, no era como un concierto de Maluma, pero había gente, curiosos y gente afín a la causa. Nuestra monarquía, como siempre ha sido en esta España maleable, pasa por momentos de un gris perla que a veces se vuelve negro.

Pronto olvida el pueblo, a lomos de líderes oportunistas, para que sirve una institución que al menos no necesita cada cuatro años renovarlo todo al llegar a lo más alto de un poder… simbólico y que une a todos.

Algunos se arrodillan ante la tumba de un verdadero Rey, déspota y a la más vieja usanza del siglo XVIII, y encima extranjero, pero es incapaz de mostrar respeto, con Mayúsculas,  por una institución que, a él, si lo respeta. Pero a pesar de este panorama, la partida de la Princesa Doña Leonor en el buque escuela Juan Sebastián El Cano, dejó clara algunas cosas.

Tiene además de Rey un padre y una madre, encima, su padre también es militar, y es consciente de que al fin y al cabo, mete a su hija, por obligación, en un viejo barco, remozado, pero con más de cien años, atravesando el Atlántico, y con elementos tan inesperados como es el mar, que no conoce de distinciones ni títulos. Un, al fin y al cabo, barco, y corriendo los mismos riesgos que el resto de sus compañeros.

Podemos pensar lo que queramos, podemos imaginarnos todas las comodidades que pensemos, podemos intuir todo el seguimiento, apoyo y control que seamos capaces de enumerar, pero la realidad es solo una, el mar, la mar que diría nuestro paisano, y es innegable reconocer que sin necesidad alguna, más que la que impone el cargo y su puesto en nuestra sociedad, un padre y una madre, despiden a una hija, embarcada en una aventura desconocida, y en donde, casi nunca pasa nada, hasta que pase.

Esa incertidumbre siempre está presente, ese peligro es incontrolable, los riesgos existen, y no me cabe la menor duda de que, como padres, hubiera preferido que siguiera con el piercing y saliendo de cañas por Madrid.

Esta partida pone de manifiesto que no todo es un cuento de princesas, que a veces, nos olvidamos de que por muy bonito que todo se vez desde fuera, el pellejo en el que se encuentran no es agradable, que el ser punto de mira para algunos, objeto de crítica y burla para otros, no tiene precio, pues a veces, el sacrificio es real y necesario.

Mucha suerte en esta singladura, que los vientos le sean propicios y que el retorno a casa, le sea leve.