El deporte nacional actualmente, deja mucho que desear, no proporciona satisfacciones, y si mucha desilusión. Lejos de ser competitivo, es muy dañino, y tras la Dana que arrasó el levante español, vemos lo mejor de lo mejor en las redes. Se busca culpable, y si no existe, se inventa, y así será siempre. Sin embargo, la historia, eso tan manipulable como de libre interpretación, llena de imaginación y retorcidas interferencias, sigue estando ahí, para quien la quiera, la entienda y la respete.

El agua, ese indomable elemento, tan necesario como devastador, juega con su propia naturaleza, nos engaña, nos confunde, nos destruye y jamás va a desaparecer de nuestras vidas. Llega, avisando, gracias a las nuevas tecnologías, pero muta, se alía con nuestro entorno, y toma los caminos más esperados o inesperados. No son las primeras inundaciones, ni las más graves, no serán las últimas y lejos de ser necesario el preaviso, es más necesaria la previsión.

Quizás esta será tan recordada como aquellas de mediados del siglo XX, y que también hicieron sufrir a Valencia, hasta el punto de tomar faraónicas medidas que hicieron desviar el cauce del Turia, algo que ya hiciera Balbo en la ciudad de El Puerto de Santa María, que dejó su salida natural, y creó una salida y entrada, más segura, a orillas de la ciudad. El Turia se desvió por el sur de Valencia, haciendo más segura la propia ciudad, y se crearon presas y pantanos para evitar crecidas innecesarias, pero previsibles. Como aquella obra, cientos de ríos, arroyo y cauces fueron objeto de desvíos y por un tiempo, los llantos y los lamentos que causaba el agua cesaron.

Cambian los tiempos, crece el odio hacia aquello que no lleve nuestro sello personal, el sello de una generación cada día más centrada en un egoísmo centralista mezclado con un odio de diecisiete lenguas que piden un pan que no necesitan. El fin común y necesario se enfrenta al egoísmo autonómico, haciendo imposible una coordinación hidrográfica.

El democrático respeto a la independencia territorial hace imposible la previsión y la gestión, y ante la catástrofe se disfraza de falsa unión y ayuda a toro pasado. Ni tengo respuestas ni soluciones, pero si hay gente que tiene respuestas, soluciones y saben que se debe hacer para evitar el lamento, pero en la España actual para tomar una decisión, impera el egoísmo, y las únicas actuaciones contundentes que se llevan a cabo, independientemente de la zona donde se lleven a cabo, y sin necesidad alguna de consulta, es el mangoneo, el robo y la oportuna comisión, el exprimir la producción, claro está con un fin común, y del que se beneficiaran quienes en el momento les toque el turno, ahí tenemos a los culpables, el odio sin sentido que solo busca el propio beneficio.