Si algo caracterizaba los centros de las ciudades, eran sus mercados. Un punto de reunión fijo para el intercambio de mercancías. La vida evoluciona, y como es natural, y con los centros despoblados, las grandes superficies, y ahora, el mercado digital, aquellos clásicos y románticos mercados, plazas, o puestos, tienden a morir poco a poco. Pero todo evoluciona, y ejemplos tenemos de revitalizaciones de esos mercados.

Voces parapollicas abogan por reformas integrales, modernización, mayor cabida, pero, para qué… ¿un mercado moderno y funcional atraerá mayores consumidores?, o se volverá a consumir en la miseria, con otra muerte lenta y silenciosa. Tampoco es necesaria su desaparición, pero sí hacer la oferta más atractiva.

Una apuesta por convertir el comercio tradicional en algo más sí es posible. El turismo, al que no podemos dejar de dar su importancia demanda otras cosas, y es que a muchos turistas les gusta pasear por los mercados, naturalmente, no van a venir a comprar dos kilos de carne y dos besugos para llevárselos a su casa… pero sí que comprarían género para que se los hicieran en algún negocio de hostelería allí mismo o sus alrededores. Con la nueva mentalidad que impera, con el tipo de cliente potencial que puede tener un mercado situado en destino turístico, sería recomendable darle ese giro.



Poder pasear por un mercado tradicional y poder comer en el sí es una realidad, y en muchas ciudades es una fuente de ingreso y dinamización de esos extintos comercios. Si lo pensamos fríamente, quien viene desde el extrarradio al centro para hacer la compra, sobre todo porque quien tiene tiempo por las mañanas para pasearse por el mercado.

En una era en la que los miembros adultos de las unidades familiares trabajan, la idea de salir a comprar por las mañanas es totalmente impensable. Habrá que cambiar el enfoque, y desplegar los medios para que los clientes potenciales disfruten del entorno, y para que los que siendo de aquí, también lo disfruten. Al día de hoy el abastecimiento de hogares se hace o desde un ordenador o fuera del horario comercial y tradicional, y el ocio, solo el ocio, es la salvación de un negocio que cada día es más una condena que una forma de vida.

Espero que a quienes corresponda, y es misión de los que están y los que no están, aúnen esfuerzos para que las ideas salgan adelante, y entre todos salven un medio de vida y un edificio que tiende a desaparecer.