Aunque en un primer momento nos parecen iguales los ignorantes y los tontos, no existe nada más lejos de la realidad, siendo dos personas totalmente distintas.
El ignorante es aquella persona que es consciente de que no sabe algo, y ante ello, no expone lo que piensa sobre aquello de lo que no entiende. Es más, si el ignorante no entiende algo, pero es algo que le interesa, suele rodearse de personas que si entiendan, se acerca a estas personas, escucha, aprende, se forma, y deja de ser un ignorante.
Sin embargo, el tonto, es aquella persona que o no es consciente de su ignorancia, o aun siendo consciente, se atreve a opinar, emitir juicios de valor, y defender su postura. Sermonea y expone su parecer, exige y acusa, delata, enseña y da clases magistrales.
Como es natural, y siendo imposible saber de todo, a veces, cuando se deja ver entre personas que si saben las mismas, simplemente, lo ignoran. Pero, el tonto, ante estas situaciones, en lugar de retractarse, se reafirma, y procura rodearse de ignorantes que le den la razón, y sobre todo, de otros tontos, con objeto de demostrar su tontería, hasta que el ignorante se da cuenta de lo que es en realidad, dejándolo de lado, y el otro tonto, le aplaude y ensalza.
Sin embargo, muchos son los que prefieren escuchar al tonto. El ignorante, y yo soy un gran ignorante, suele dominar alguna materia, pero otros no, y opinan de aquello en lo que no es ignorante, por poner un ejemplo mi ignorancia alcanza áreas sanitarias, de albañilería, de informática, navegación, medio ambiente, y un largo etc.
El tonto, y gracias a las redes tenemos grandes ejemplos, domina todas las materias, y su opinión la esconde tras una máscara de libertad de expresión, justificando que su opinión es tan válida como la de cualquier otra persona. Suele ser un sociólogo, con conocimientos de psicología, con varios doctorados, en medicina, derecho, arquitectura, política y administración y gestión de recursos humanos, todos ellos avalados por la universidad de la vida, que a veces, para algunos casos, es válida.
Por desgracia, el tonto se suele reír del ignorante, se mofa de la ignorancia y del ignorante, refugiándose en su ego y lanzando sermones que reafirman que además de tonto, es parapolla.
Lo cierto y verdad es que gran culpa de esta epidemia de tontos la tiene San Google, herramienta que hace expertos en conocimientos vacíos pero que dan apariencia de una falsa sabiduría, una sabiduría de parapolla.