Ya me considero vecino de esta ciudad, y ello me lleva a sufrir la angustia de intentar coexistir con las personas que viene de visitas. Los locales se vuelven imposibles, las calles se llenan de viandantes, y pasear o tomarse una cerveza tranquilo es un reto.

La pasada semana me llevé una grata sorpresa. La calle existente entre la Basílica y el Mercado no me es desconocida, vivo bastante cerca, pero la tomo casi de paso ya que, como he dicho en otras ocasiones, suelo parar en los mismos lugares, y me cuesta trabajo cambiar mis costumbres. Pero me invitaron a cenar, y decidí dejarme llevar, ellos llevan mas años que yo en la ciudad y no quise parecer impertinente.



Para mi asombro paramos en dicha calle, de Doctor Muñoz Seca, y allí, cercano a la Basílica ocupamos espacio en una de las terrazas, ya las conocía, pero nunca me dio por sentarme en ninguna. No es que apenas quedara sitio, tuvimos que esperar, pero no demasiado, creo que alguno de los habituales se levanto para dejarnos una mesa, todo ocupado, y con mesas rotando sin cesar, muy buen ambiente, de gentes conocidas y desconocidas.

En el que estuvimos, buen servicio, tranquilidad, excepto por lo coches que pasaban, sobre todo el de recogida de residuos, que me pareció bastante inoportuno en horas de cena. Aun así, no me sentí como en la calle Misericordia, en donde tienes a personas mirándote de forma intimidatoria para que te levantes pues quieren mesa, arruinándote la tertulia con la copa, o entre codazos de quienes se intentan abrir hueco para pedir una cerveza. Mucha gente, pero las justas, sin prisas, con la Basílica de fondo, y con gran variedad, pues ya que estábamos probamos en dos establecimientos, pero deseando volver para probar el que nos quedó pendiente.

Me sorprendí a mi mismo, que viviendo tan cerca jamás se me ocurrió centrarme más intensamente en aquella zona, salvo algún café o aperitivo breve. Lo más curioso es que compartimos espacio con mucha gente de la ciudad, que seguramente huían de la masificación, pero también con turistas que buscaban esa tranquilidad, alejados de las zonas mas concurridas.

Para mí que soy de costumbres, y que me cuesta trabajo habituarme a sitios nuevos, tengo que reconocer que me encontré cómodo, tanto como para volver con mayor frecuencia. Siempre es bueno abrir la mente y la zona de confort.