Otro año más se presentó el ciclo taurino veraniego cada vez más encorsetado en cuanto a fechas porque la música ha conquistado el coso y a los políticos, y se ha erigido en el mandón en los carteles, ya que el certamen del Cabaret es el que elige fecha y cartel, y el resto, en este caso, el toreo, a tragar.

Como tiene que tragar pasivamente el ciudadano portuense, porque la empresa ha tenido a bien no anunciar al novillero Víctor Barroso, y al torero Daniel Crespo, quien triunfó el año pasado, dando un toque de atención a las empresas, pero que de poco ha servido una vez develado el cartel. De Alejandro Morilla no creo ni que se haya acordado, a pesar de jugársela hace dos temporadas con la corrida torista de Adolfo Martín y Celestino Cuadri.

No tengo duda de que la empresa argumentará que no ha habido acuerdo en los despachos, que las pretensiones de Crespo eran tal y cual… Pero, ¿no ha sido posible un entendimiento? Entiendo que pactar una fecha con Juan Ortega -otro torero ausente-, sea harto complicado, pero para entenderse con Daniel Crespo, no creo que se precise la figura del mediador como ha pasado con el pacto del poder judicial.



Nuevamente la empresa le toma el pelo a la afición portuense. Porque no me negarán que anunciar dos tardes a Morante, inmerso en un retiro forzoso y sin fecha para reaparecer, es más bien una operación de marketing, para vender más entradas, que ya sabemos que con el relax del verano, la gente no mira los carteles, ni se entera si alguien se ha caído del cartel.

Y si no queréis sopa… Ahí lleváis otros dobletes, como los de Ventura y Aguado, o el de Núñez del Cuvillo. Aunque para dobletes y tripletes, los que seguramente disfruten los pésimos presidentes de los festejos, malos donde los haya. Aunque aún no tenemos noticias de sus nombramientos, me atrevo a vaticinar serán ratificados, y seguirán arrastrando el poquito prestigio que le queda a esta plaza.

¿Qué más quieren que les cuente? Lo de siempre. Roca Rey, Manzanares, Talavante y alguna gratificante novedad como Galván y Ginés Marín. Las ganaderías, las habituales. Los precios, más o menos parecidos. El cartel, por inteligencia artificial. Y el pregón, otro doblete, ya que el ayuntamiento también ha instaurado uno. A este paso va a haber más pregones que festejos.

En resumen el ciclo se asemeja al círculo de Borneo, que es la circunferencia que describen los barcos cuando se encuentran fondeados motivado por el viento y las mareas. Parece que el buque se mueve, pero en realidad siempre está en el mismo sitio. Inmóvil, como la capacidad del empresario para sorprender. Que suenen ya los clarines, que viva la fiesta, que asome Enrique Ponce por el portón de cuadrillas, y ante de las rayas de picadores dibuje con su pie esa bucólica A -que dicen los de la prensa rosa que significa Ana-, mientras suena Ópera Flamenca. Ojalá sea la A de amnistía para los toreros de El Puerto, a los que año tras año tiene condenados el empresario.