Después del artículo de la semana pasada, volví a la Plaza Peral para ver el entorno, de casualidad me detuve frente al monumento de Don Pedro Muñoz Seca, y no es necesaria una feria del libro, que sí lo es. La ciudad que lo vio nacer, aparte del teatro, y del festival de comedia, tiene un importante activo al que, por qué no, sacarle rendimiento.

Aprovechando el buen tiempo, lo apetecible de la Plaza Peral, lo céntrico de las zonas de ocio, la cercanía al recorrido cultural para turistas con otras aspiraciones, y por supuesto, el inmejorable marco, se hace necesario algún tipo de actividad.



Imaginen que, por un suponer, la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia, con la colaboración del Ayuntamiento, organizase unas jornadas de verano, Tardes con Muñoz Seca… Encuentros con Muñoz Secas… cualquier nombre valdría, - y lo digo corriendo el riesgo de que mis, al parecer, escasos lectores incondicionales aprovecharán, aparte de denunciar, cívicamente, bancos rotos y darme lecciones, puedan menospreciar al cerdo fascista, ponerle motes, hacer chistes fáciles y comentarios soeces con la idea-, pero bueno, eso lo dejo para otros.

Creo que el tema es interesante, sobre todo, sería algo más que la oferta de sol y playas, los ritmos insufribles, al menos para mí, y las sueltas de vándalos de botellona, ofreciendo al visitante, que ya conoce todo eso, un acercamiento a una figura literaria que muchas ciudades acogerían con mucho mas agrado.

Lo ideal sería imaginar por un momento un pequeño escenario con Don Pedro como presidente de la mesa, y a sus lado, personas más relevantes, o menos relevantes, disertando del invitado de honor, ya sé que tenemos el festival de comedias Muñoz Seca, magnífico evento que ofrece grandes obras, pero aún así, por desgracia, tenemos un monumento por todos, y recalco, todos los colores, olvidado, con azulejos rotos, estanterías vacías, dignamente limpio, menos mal, pero totalmente condenado al olvido, quizás va siendo hora de que nos fijemos más en nuestro escritor y menos de la víctima o el verdugo ajusticiado de Paracuellos, pues no fue ni una cosa ni otra, pues por encima de todo fue el Genio del Astracán al que únicamente jamás le quitaron el miedo, y, en este caso, al olvido.