Como ya había comentado, estaba deseando que llegara esta Semana Santa, la primera que intentaría vivir desde dentro. Y a pesar de la lluvia, viví momentos emotivos que me demostraron que la Semana Santa es más de lo que pensaba.
A pesar del agua, mi buen amigo el Bigotes, me llevó por distintos sitios, vi más Cofradías en los templos que en la calle, compartí y me emocioné viendo a personas llorando ante la impotencia de una lluvia necesaria.
No puedo decir que compartiera ese dolor, tampoco viví momentos de frustración como algunas personas, y aún así, teniendo oportunidad de compartir dentro del templo el recogimiento de una de la que desde no hace mucho es mi hermandad, me emocioné, y medite sobre el porqué y el qué es una Hermandad.
Viví una Semana Santa diferente, recogida, por supuesto, no la que esperaba encontrar en la calle, hablamos mucho, escuché viejas historias y permanecí sentado en un banco, horas, sin que nadie me molestase, mirando las imágenes, haciéndome preguntas que quedaron sin respuesta. Aún así, encontré paz, sosiego, tranquilidad, y puede que a mí mismo. Fue distinta, distinta a la que pensaba vivir, y aun así, no me decepciono.
Creo que cada persona vive y siente su propia historia, se crea sus propias conjeturas, ahora me arrepiento de no haberme sentido con fuerzas de vestir el habito, pienso, particularmente, que si lo hubiera hecho quizás no hubiera llovido, una estupidez, ni soy tan importante ni creo que hubiera influido. Sin embargo, para mí, así lo sentí.
Mientras permanecía en la Iglesia sentado frente a ellos llegué incluso a pensar que me hablaban, me consolaban y me animaban, sentimientos extraños y reconfortantes que pueden sonar un poco ridículos, y aun así, los comparto porque fue lo que sentí en mi interior.
Una Semana Santa que me ha llenado de sentimientos olvidados, y que no me desagradan. Mi Semana Santa, personal, particular, recogida, una extraña forma de acercarme a una iglesia, que hacía años que respetaba desde la distancia.