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Hoy toca más cine social, porque la pantalla pone a veces en imágenes las injusticias en nuestro entorno, lo cual ya empecé a comentar en mi entrega, Tiempos Covid 19: Crítica social de Loach y en Precariedad social y descarte.

Hoy me referiré a dos películas excelentes: El Viejo Roble (2023), de K. Loach; y Las uvas de la ira (1940), de J. Ford.

EL VIEJO ROBLE (2023). Todo cuanto sucede y vemos en este filme es consecuencia de crueles realidades sociales: capítulos bélicos o situaciones de fractura laboral e injusticia. La más sangrante es la ola de refugiados sirios provenientes de la cruel guerra civil que asoló ese país, que se cerró con un alarde de fuerza y brutalidad de su presidente Bashar al-Assad (ver aquí).

La segunda realidad que asoma en el filme deriva de la huelga masiva de mineros británicos que paralizó la industria del carbón de ese país entre 1984 y 1985, momento decisivo en el desarrollo posterior de las relaciones laborales en Gran Bretaña.

La última película

Ken Loach ha dicho que esta será su película final y este su presunto canto del cisne es realmente oportuno, denunciando la decadencia y el declinar de la solidaridad, la falta de compasión británica, extensiva a todo el occidente opulento que no quiere ver las duras verdades de otras gentes que vienen de fuera.

Loach nos invita a que nos alcemos contra esta falta de empatía y respaldo rampante. De nuevo hace equipo con el escritor Paul Laverty, autor del guion.

Pieza íntima bien montada y podría calificarse con todo merecimiento como uno de los dramas más destacados de Loach. Un relato sensitivo, duro y tierno a la vez, siempre atento a la gente pobre y marginal.

Historia y desarrollo

Estamos en el norte de Inglaterra, en 2016, cerca de Durham, un pueblo que sigue padeciendo el cierre de las minas de los años 80. Tommy Joe “TJ” Ballantyne (Turner) dirige el ruinoso pub The Old Oak (que da título a la película), donde los parroquianos se reúnen a diario para beber pintas de cerveza.

Loach y Laverty consiguen que sintonicemos con las penas y pesares del viejo Pub, antes que aparezcan los brotes xenófobos, de que nos enteremos que algunos de los personajes del Pub, son racistas. Además, el propietario del local se encuentra en una situación mala: divorciado, deprimido y un hijo que no le habla.

Llegan los refugiados

La comienza cuando llega al pueblo un autocar lleno de refugiados sirios. Hay una recepción hostil por parte de algunos oriundos, con burlas e insultos xenófobos, algunos son clientes del Pub. TJ interviene cuando un matón destroza la cámara de la joven fotógrafa siria Yara (Mari).

A pesar de estos sucesos, Loach no presenta a esta gente como “mala” o perversa, sino como villanos de pantomima, con diálogos tomados de clichés racistas. Las cervezas impulsan la violencia.

El episodio es captado a través de los ojos de una recién llegada, la joven Yara, una muchacha alojada con su hermano y su anciana madre, con su padre encarcelado. Las fotografías de Yara, en blanco y negro, impactan. Ebba Mari aporta una vivacidad sincera al personaje de Yara.

A todo esto, TJ le muestra el pub a la joven fotógrafa, a quien a compaña a la trastienda para ofrecerle ayuda y reparar su dañada cámara de fotos, tan valiosa para ella. Allí cuelgan fotos de las huelgas mineras.

TJ hace una positiva amistad con la muchacha Yara: la amistad platónica entre un hombre mayor y una mujer más joven, nacida del mutuo compañerismo y respeto, pero que puede llegar a ser malinterpretada.

Tommy Joe comete un fallo con sus convecinos y asiduos: se niega a permitir que sus clientes hagan uso de la trastienda del Pub. Y sin embargo lo prestará para un comedor social a los sirios, aunque es para todo el que lo necesite. Ello le granjea la enemistad de su clientela.

Yara y Laura (Rodgerson), una mujer local comprometida en ayudar, empiezan una labor humanitaria, organizando comidas gratuitas que sirvan a modo de ayuda para todos, sirios o no.

Mensajes

La película es rica en mensaje y testimonio. No sólo representa el encuentro de dos comunidades diferentes, sino también ofrece un coro de voces individuales que encarnan sus propias contradicciones y matices, como el viejo amigo de TJ, Charlie, cuyos personales problemas lo arrastran a ponerse del lado de los xenófobos.

Reparto

El reparto produce una sensación de conjunto natural, con Dave Turner aportando gran energía como TJ. También está el apoyo carismático de la organizadora benéfica Claire Rodgerson, muy bien como Laura, mujer comprometida y dispuesta a ayudar a TJ cuando este flaquea.

Loach reúne un elenco de actores inexpertos que aportan naturalismo a sus personajes, como Turner, que es el solitario propietario del Pub; o Ebba Mari, vibrante fotógrafa siria. Ambos hacen trabajos memorables.

Meritorios trabajos de interpretación de otros actores y actrices aficionados como Debbie Honeywood (como Tania), Andy Dawson (Micky) o Trevor Fox (bien como Charlie), entre otros.

Otros datos técnicos y algunas conclusiones

Loach es un adalid del realismo social en el cine. El feroz portavoz de la indignación política. Lo hace sin adornos, fotografiado por Robbie Ryan con sencillez a la luz del día. Excelente banda sonora de George Fenton, en la que predominan las cuerdas, con varios leitmotivs magníficos.

Con un diagnóstico realista y una radiografía pesimista, a la vez que lúcida, resuena en este filme el convencimiento de un Loach que sigue creyendo en la necesidad de la solidaridad entre los desposeídos:

Cerrando

La fuerza sigue siendo intensa en un Ken Loach que nos entrega una película apasionada y humana, una crónica sintética pero conmovedora sobre el choque cultural en un pequeño pueblo, un último grito por la solidaridad y una vital parábola social

Publicado en revista de cine Encadenados.

 

LAS UVAS DE LA IRA (1940). El maestro John Ford lleva acomete la adaptación de la maravillosa y cruda novela del celebérrimo escritor norteamericano John Steinbeck, Premio Nobel en 1962. Retrata la odisea de una familia que huye de la pobreza y marcha en busca del dorado prometido: la soleada y fecunda California.

Una arrolladora alabanza a la dignidad y al decoro de los millones de desamparados que emprendieron una dura y dramática marcha durante la Gran Depresión, en pos de un incierto porvenir. Amén de ser toda una lección de cine de esas que quita el aliento, con escenas de resplandeciente belleza y amargura, una obra grande e indispensable.

Tom Joad (Henry Fonda) vuelve a su casa tras dos años de cárcel. Pero la ilusión de volver a ver a su familia se transforma en frustración al ver cómo, compañías anónimas los despojan de sus tierras, por las que muchos incluso han muerto. Deben marchar en un largo y penoso viaje a California, buscando la tierra prometida.

Una emigración producida por “el hambre en un estómago, multiplicado por un millón; el hambre de una sola alma, hambre de felicidad y un poco de seguridad, multiplicada por un millón” (Steinbeck). Y el nacimiento de la conciencia de lucha por lo que pertenece a la persona, por poder comer los productos que cultivan, vivir en las casas que construyan.

Será la unión de los empobrecidos la que les brindará un alma con la que ser auténticamente protagonistas de su existencia, la solidaridad en las pequeñas cosas. Un mensaje que Ford nos presenta con audacia y con personajes de tal simpatía e imágenes de enorme belleza. Una película con un fondo ideológico, pero en absoluto un panfleto.

Técnicamente la obra es superlativa, una de las mejores películas de todos los tiempos (Oscar). El reparto es sensacional con un Henry Fonda perfecto como Tom, la actriz Jane Darwell en el rol de Ma Joad (Oscar); John Carradine también juega un papel decisivo como Casy, el predicador reformado. Sensacional una Jane Darwell que le da fuerza y liderazgo a la familia. Y el abuelo Charley Grapewin, rico en humor y sentido trágico.

Gran fotografía de Gregg Toland, que trabajó con niveles de luz muy bajos en un filme donde abundan las imágenes nocturnas. Toland captura la rigurosa sencillez de los migrantes pobres.

En una hermosa y lírica despedida se escucha a Henry Fonda clamar: “Donde haya una posibilidad de que los hambrientos coman, allí estaré; donde haya un hombre que sufre, allí estaré (…) allí donde haya injusticia, sufrimiento, gente acorralada, estaré yo”.

Un canto a la dignidad de los desamparados que caminan con tesón a un incierto porvenir. Y es también una lección de cine llena de escenas de esplendorosa belleza y amargura.

Más extenso en revista ENCADENADOS.